La Historia no contada

La Historia no contada
José Luis Rodríguez Pereiro

martes, 10 de diciembre de 2013

¿LA NEUROECONOMÍA REVOLUCIÓN EN EL MARKETING Y LA PUBLICIDAD?


El Dinero:

Así nos transforma el dinero:
Todo el mundo asegura que si tuviera el dinero suficiente daría más; que haría, por ejemplo, como Warren Buffett. Este financiero, una de las personas más influyen­tes de Estados Unidos, cuya for­tuna ronda los 44.000 millones de dólares, donó recientemente más de 30.000 millones a la Fundación de Bill y Melinda Gates que lucha contra el sida y la Malaria. Pero si atendemos a los resultados de un artículo publicado en la revista Science, este impulso de dar no es tan natural como pensamos. Un grupo de psicólo­gos de la Universidad de Minneso­ta ha demostrado que sólo el pen­sar en dinero impulsa a la gente a volverse más independiente en el trabajo, menos predispuesta a pedir ayuda y a darla. Según este estudio, las personas se vuelven reacias a ofrecer voluntariamen­te su tiempo y avaros cuando se les pide que donen dinero para una causa valedera. "El efecto es idéntico en hombres y mujeres, en hijos de banqueros poderosos y en hijos de fontaneros", explica Kathleen Vohs, autora principal del trabajo. El dicho popular afirma que el dinero cambia a las personas. ¿Pero tanto nos transforma? ¿Tan frágiles son nuestras convicciones?
La investigación de Science es casi una excepción. Históri­camente, se le ha prestado poca atención a cómo el dinero influ­ye en las personas. De hecho, la mayor parte de los economistas no basan sus teorías en compor­tamientos reales. Usan el deno­minado Homo economicus, un ser humano que se comporta de forma perfectamente racional ante estímulos económicos y que mide los costes y beneficios antes de tomar la decisión más útil.

El "Dinero" nos vuelve de lo más irracionales:
Pero el ser humano no actúa así cuando se trata de dinero. "Somos algo más complicados que una máquina de hacer sumas y res­tas. Difícilmente podemos hallar la fórmula matemática que nos hace enamorarnos de determinada per­sona o que hace que la odiemos a más no poder. La economía se que­da coja ante la irracionalidad de los individuos", afirma Pablo Peyrolón, doctor en economía y profesor en la Escuela de Administración de Empresas en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
En las decisiones financieras entran en juego elementos incon­trolables, como los sentimientos o las intuiciones. En los últimos tres años, algunos neuro-científicos han centrando sus investigaciones precisamente en ellos. Así ha nacido una nueva ciencia, la neuro-econo­mía, que mezcla los conocimientos de la neurología y la economía, y ya se considera una auténtica revo­lución por sus implicaciones en el marketing o la publicidad.

Una razón biológica de nuestra naturaleza económica:
Las neurociencias nos permiten tener una mejor comprensión de nuestro cerebro: cómo funciona y por qué funciona como funciona. Esta mayor comprensión cerebral nos permite, a su vez, entender mejor cuáles son las motivaciones que mueven a la gente, esto es, por qué hacen lo que hacen. "La neuro-economía pretende desarro­llar un modelo de comportamien­to que nos permita comprender mejor la toma de decisiones y las motivaciones que se esconden tras elecciones económicas utilizando los conocimientos de la biología", señala Peyrolón.
En la neuro-economía, los inves­tigadores seleccionan voluntarios y les piden que tomen distintas elecciones económicas con juegos electrónicos o simuladores bursáti­les desarrollados por economistas experimentados. Mediante técni­cas de imagen, como la resonancia magnética, registran los cambios que se producen en las distintas zonas del cerebro cuando deciden asumir un riesgo, confiar en otra persona o rechazar una oferta.
Uno de los juegos más usados es el del ultimátum. Consiste en lo siguiente: el jugador A tiene 10 euros y puede ofrecer la cantidad que quiera al jugador B. Pueden ser cinco euros, la cantidad más justa, o menos, según con cuánto dinero piense que se puede quedar. Si el jugador B acepta la oferta, el dinero se reparte, pero si lo rechaza, am­bos jugadores se quedan sin nada. ¿Qué se espera que hagan los jugadores? El jugador B debería acep­tar cualquier oferta, ya que algo de dinero es mejor que nada. Mientras tanto, el jugador A debería ofrecer lo menos posible: un euro. Esta estrategia es el equilibrio estándar de la teoría del juego. Sin embargo, las cosas no son necesariamente así cuando se practica en un laborato­rio con dinero de verdad. La ma­yoría de los participantes recha­zan cantidades inferiores a dos o tres euros. Prefieren penalizar al jugador A antes que sentirse en­gañados. "Esto va en contra de la lógica económica, que diría que es mejor quedarse con algo que perderlo todo", afirma Jonathan Cohén, autor del estudio y profe­sor de neurociencia cognitiva en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos.

Ganar una buena suma dispara nuestras hormonas:
Paúl Zak, director del Centro de Estudios Neuro-económicos de la Universidad de Claremont y uno de los pioneros de la neuro-econo­mía, ha estudiado la confianza en las personas con una variante del juego del ultimátum. En este caso cada participante recibe 10 dólares pero el jugador A recibe 10 dólar adicionales. Los distintos jugadores interactúan de manera anónima en su ordenador. El jugador A puede enviar cualquier cantidad al jugador B. Lo que envíe, se triplica: cinco dólares se transforman e 15. Finalmente, el jugador B puede devolver parte del dinero al A. Si jugador A piensa que el B no le va a devolver nada, el jugador A mantiene la oferta inicial. Ese es el equilibrio estándar del juego. Esta vez, los investigadores también analizaron la sangre de cada usuario inmediatamente después de que la persona tomara la decisión de en­viar o no dinero en busca de ocho hormonas diferentes. En el caso del jugador A, no parecía incidir nin­guna hormona. En el jugador B, cuanto más dinero recibía, mayor era el nivel de oxitócina en su san­gre. Cuanto mayor era, más dinero devolvía el jugador B. La oxitócina, producida por el hipotálamo, está relacionada con los patrones sexua­les, la ternura y la afectividad.
Por el momento, estos juegos se han hecho en individuos aislados o con grupos reducidos, pero ya hay iniciativas para estudiar muchos cerebros con sensores conectados a través de Internet mientras los voluntarios practican uno de es­tos juegos económicos. Científicos como Colin Camerer, del Instituto Tecnológico de California y autor del libro Behavioral Game Theory, se han propuesto analizar estas re­des y otras estructuras complejas, como la Bolsa, donde las decisiones las toman millones de mentes.

Herramientas para penetrar en las mentes de los brokers:
Estos estudios permitirían ana­lizar el misterio de la formación y destrucción de una "burbuja" financiera o explicar el comporta­miento de los brokers: cuando van perdiendo deciden seguir apostan­do e invirtiendo, mientras que la gente normal se asusta y se planta.
Aunque los expertos advierten que la investigación en neuro-eco­nomía acaba de dar sus primeros pasos, esto no reduce el entusiasmo de unos y el escepticismo de otros. "Los economistas pueden usar es­tos descubrimiento para cuantificar la contribución de la emoción y la deliberación en la toma de de­cisiones", asegura el doctor Cohén. Aldo Rustichini, neuro-economista de la Universidad de Minnesota, va un poco más allá: "Estamos abriendo la caja negra del proceso de decisión". Sin embargo, para muchos teóricos defensores de la economía tradicional la neuro-eco­nomía no es más que un circo. No sucede lo mismo con la economía del comportamiento, una discipli­na que surgió un poco antes y de la que deriva la neuro-economía. Aceptada de forma unánime por las corrientes académicas, que sí la consideran una ciencia seria, tiene ya en su haber dos premios Nóbel: Daniel Kahneman, que lo recibió junto con Vernon Smith, y Gary Becker. Al igual que la neuro-econo­mía, la economía conductual está aportando ideas revolucionarias para entender por qué los merca­dos a veces funcionan tan mal.

Tan bueno como la mejor ópera o como el chocolate:
Daniel Kanheman trabajó con otros neuro-científicos como Peter Shizgai, de la Universidad de Concordia, en Montreal. Utilizando juegos de apuestas y técnicas de imagen cerebral observó que el dinero desata la misma actividad cerebral que un sabor agradable, música placentera o incluso drogas adictivas: la activación del circuito placer-recompensa y la liberación del neurotransmisor dopamina. La cantidad de dopamina producida por un determinado jugador dependía de sus experiencias vitales pasadas y de su propia biología. En sintonía con los resultados de Kah­neman, neuro-científicos de la Uni­versidad de Pittsburg han publica­do un estudio en la revista Journal of Neuroscience en el que se mide la actividad del núcleo estriado, uno de los centros de recompensa, en personas que jugaban a una varian­te del famoso "Trato hecho".

En busca de un método para superar adicciones:
Los individuos tenían que elegir entre una recompensa inmediata de una cantidad entre 10 céntimos y 105 dólares o 100 dólares segu­ros que recibirían una semana, uno o varios meses o hasta 5 años después. Los científicos han obser­vado que las personas más impul­sivas que se decantan por el dinero inmediato presentan una actividad mayor en el núcleo estriado que los que prefieren esperar y asegurar una cantidad fija. La actividad de esta región está controlada por la dopamina que se libera en respues­ta a estímulos placenteros. Varias investigaciones han demostrado que las personas que sufren adic­ciones también tienen un estriado más activo. Por ello, los científicos quieren estudiar la conexión entre los niveles de dopamina y la reactividad del núcleo estriado. Afirman que esto podría explicar la propen­sión de determinadas personas a sufrir adicciones y ayudar a tratar a las personas con comportamien­tos impulsivos.
La neuro-economía también analiza aspectos de la cooperación entre personas. Esta nueva ciencia confirma que el compañerismo se ve seriamente amenazado cuando detrás hay incentivos económicos. Varios neuro-científicos de diversas universidades han estudiado este fenómeno con variantes del clásico “dilema del Prisionero”. Este juego mide la voluntad de una persona a cooperar con otra o a traicionarla en beneficio propio. Tradicionalmente, el juego consiste en dos delincuentes que son detenidos y encerrados en celdas de aislamien­to de modo que no puedan comuni­carse entre ellos. El alguacil sospecha que han participado en el robo de un banco, delito cuya pena es de diez años de cárcel, pero no tiene pruebas. Promete a cada uno que reducirá su condena a la mitad si proporciona las pruebas para cul­par al otro. Los prisioneros tienen dos opciones: permanecer en silencio o traicionar al compañero.
En este ultimo caso, los científicos han observado que en cerebro de los individuos se produce un pico de dopamina justo antes de que traicionen al otro jugador; de igual forma, es posible localizar y examinar los circuitos cerebrales que se activan cuando las persona prevén una ganancia o cuando deciden castigar a los aprovechados en un juego de solidaridad en el que hay que compartir bienes comunes. Varios programas de televisión explotado estos juegos de estrategia. El concurso de la tele catalana TV3 Sis a traició. (Seis a traición) consistía en ganar 50.000 euros a costa de los demás participantes a través de la mentira.
Siguiendo con la relación entre los negocios y las emociones, Antoine Bechara, profesor de neurología de la Universidad de Iowa, con investigadores de la Universidad Carnegie Mellon y la Escuela de Graduados de Stanford publico el año pasado un curioso trabajo en el que anunciaba que quienes tenían una lesión en la corteza PRE-frontal ventromedial (una región relacionada con la capacidad para experimentar emociones como el temor o la ansiedad) tomaba mejores decisiones financieras que las  personas sanas; eso sí, bajo ciertas circunstancias, porque en la vida real los pacientes con los mejores resultados estaban en la ruina. Debido a su carencia de emociones permitieron que la gente se aprovechara de ellos y realizaron algunas inversiones absurdas. Según Bechara, la clave está en saber reconocer cuándo las emociones son buenas o malas y usar la relación entre ellas  y las circunstancias como guía.

Así se influye en nuestras decisiones pecuniarias:
Algunos de los hallazgos descritos por los neuro-científicos se pueden expresar en forma de ecuaciones matemáticas que los economistas o los comerciales usan para influir en la toma de decisiones económicas o para buscar el botón de compra que todos tenemos en el cerebro y activarlo. Michelle Nichols, una consultora en venta y colaboradora del prestigio semanario Business Week, empezó una de sus columnas de la siguiente manera: "¿Ha presentado alguna vez a un cliente la solución más lógica a su problema y aún así otro se ha hecho con esa venta? ¡Seguro que sí! [...]. Para entender porqué esa venta que debería haber sido nuestra se desvió, le daré una pequeña lección de ciencia que, ha­blando en términos biológicos, es­pero explique la extraña conexión que conduce a los clientes a recha­zar las opciones más lógicas".
"La publicidad clásica ha muerto, ha llegado la hora del neuro-marketing dirigido a la venta de produc­tos, servicios, propaganda política, control mental...", escribe Pablo Peyrolón en su blog. Convencer a los consumidores mediante la re­ducción de precios o el incremento de la calidad son tácticas obsoletas, según el investigador español.

Una forma de manipular la mente de los compradores:
El neuro-marketing manipula el cerebro del consumidor para convertir un producto en un de­seo mental al que nadie pueda resistirse. "No es una forma de engañar", matiza Peyrolón. "Es simplemente una forma más efi­caz de venta. Usa las emociones que ya están programadas en el cerebro de los individuos."
Gracias a los avances de las neuro-ciencias se puede saber cómo reac­ciona el cerebro ante determinados estímulos. Así, se pueden diseñar estrategias de venta basadas en colores que activan las emociones más íntimas del comprador, perfu­mes que ayudan al consumidor a relajarse en el centro comercial o música con un ritmo programado por un neuro-científico que reduz­ca los niveles de respiración y rit­mo cardíaco, trasladando al cliente a un estado cercano al más elevado de los placeres. Algunas de ellas ya se aplican en el neuro-marketing.
“Venda emociones mentales, que son las que llevarán a comprar su producto. Las neuronas de sus clientes valen millones”. Por afir­maciones como esta algunos han tildado el neuro-marketing de poco ético e incluso de amoral. Pero lo cierto es que el mercado, en el que lo que importan son los beneficios, ya lo es en sí mismo. En Estados Unidos ya funcionan con elevada rentabilidad consultorías dedicadas exclusivamente al neuro-marketing. También existen en el Reino Unido, Alemania y Austria. En España, el propio Pablo Peyrolón abrió la pri­mera y única consultora de neuro­-marketing en 2004.

La publicidad influye en nuestra toma de decisiones:
¿Por qué algunas personas compran por ejemplo la Coca-Cola si en reali­dad prefieren el sabor de Pepsi? Un estudio publicado en la revis­ta Neuron el año pasado ratificó las teorías del neuro-marketing. A través de la resonancia magnética funcional por imágenes, una téc­nica que mide el flujo sanguíneo cerebral, científicos del Colegio de Medicina Baylor en Houston demostraron que conocer la mar­ca que se está comprando influye en las preferencias personales a través de circuitos cerebrales in­volucrados en la memoria, la to­ma de decisiones y la imagen que cada uno tiene de sí mismo.
El experimento consistía en un test ciego en el que voluntarios bebían Coca-Cola y Pepsi. Cuando los investigadores supervisaron los escáneres cerebrales de los 67 participantes en el experimento, comprobaron que la mitad decía pre­ferir Pepsi. Sin embargo, cuando conocieron la marca que estaban bebiendo, la actividad en diferen­tes partes del cerebro ligadas a la lealtad de marca descolocaron las preferencias originales. Coca-Cola “encendía” la corteza PRE-frontal media, una región del cerebro que controla el razonamiento más elaborado. Entonces tres de cada cuatro rectificaron y dijeron que preferían Coca-Cola.

La riqueza no tiene por qué equivaler a dinero en metálico:
Una vez demostrada la influen­cia psicológica de la publicidad, queda inaugurada una nueva for­ma de marketing que busca res­puestas en el cerebro. Platón dijo que la conducta humana se ase­mejaba a un carro tirado por dos caballos: razón y emoción. Los neuro-economistas han actualiza­do la metáfora: la razón es un pe­queño pony, la emoción un brioso caballo. Desde que apareció el di­nero, la atracción del ser humano hacia el vil metal no ha cesado. Ya sea en forma de monedas, billetes o tarjetas de crédito. Sin embar­go, a día de hoy sigue sin estar del todo clara cuál es la relación del dinero con la felicidad, o de la ri­queza con el bienestar, el desarro­llo o la virtud. Oscar Wilde afirmó que el dinero es como el estiércol: “Si se amontona, huele”.
Mucho se ha escrito sobre el aro­ma del peculio y su poder de atrac­ción. Pero ni en esto el ser humano se pone de acuerdo. Para algunos, el dinero apesta. Para otros, es el perfume más embriagador del mundo. Tal vez por ello un equipo de científicos estadounidenses ha decidido resolver el dilema en el la­boratorio. En un estudio aseguran haber aislado el verdadero olor del dinero y afirman que, al menos en lo que se refiere a las monedas, no es más que el tufillo metálico que estas desprenden tras haber estado en contacto con la piel sudorosa.
Un mismo olor, pero un mundo de significados. La riqueza, en al­gunas partes del mundo, no tiene nada que ver con sacos de billetes. En Malekula, una isla de las Nuevas Hébridas, en el océano Pacífico, los ricos son quienes tienen muchos Jabalís, especialmente con los colmillos finamente curvados, así que la atención de los indígenas se dirige a la adquisición de ese tipo de cerdos. La historia del dinero es­tá llena de trivialidades incompren­sibles, detalles sin sentido, delirios y locura. Es fuente de peleas familiares, odios, traiciones… pero a la vez produce seguridad, libertad, comodidad…"Es lógico esperar cier­ta fragilidad humana frente a los temas monetarios, porque vivimos en una sociedad hipe-capitalista en la que la forma habitual de medir el precio de todo es mediante el dine­ro", dice Peyrolón.

La mayor fuente de alegrías e insatisfacciones:
"El dinero no da la felicidad, pe­ro procura una sensación tan pa­recida que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia", asegura Woody Allen. Para los psicólogos, el dinero es, sin duda, una fuente inagotable de trabajo. Afirman que hoy en día hay más locura y enfermedad aso­ciada a él que al sexo o a cualquier otro componente mental.
El filósofo Fernando Savater resume la compleja relación en­tre el dinero y las personas de la siguiente forma: "La condición del dinero es singular entre todos los productos culturales; cuantos tes­timonios se refieren a él a lo largo de los siglos le caracterizan jun­tamente como lo más apreciado de hecho y como lo más despre­ciado. Los hombres no se cansan de desearlo, ni los moralistas de denostarlo".

Lujorexia, la enfermedad de los ricos riquísimos:
¿Qué tienen en común Los Rolling Stones, Karl Lagerfeld y Paco "el Poce­ro"? Todos ellos son ricos, famosos... ¡y lujoréxicos! El diario The Sunday Ti­mes se ha inventado esta palabra, "lujorexia", para definir una enfermedad que consiste en enfocar la vida de forma obsesiva hacia el lujo absoluto.
Suelen ser personas que necesitan que alguien siempre les haga el traba­jo cotidiano. Lo que para un ciudadano de a pie es un verdadero lujazo, para ellos es una necesidad. Así, para uno de estos "enfermos", tener una nevera en su baño para mantener sus productos de belleza a la temperatura idónea puede ser básico para su existencia. Además, consideran que no sólo es importante poseer los caprichos, si­no también mostrarlos al resto de mortales. La lista de famosos que "sufren" lujorexia es amplia. Por ejemplo, Paris Hilton ha comprado una tierra al lado de la tumba de Marilyn Monroe para enterrar a su cabra y ya prepara su reality en el espacio. A Juan Antonio Roca lo conocemos, además de por ser cerebro del caso Malaya marbellí, por su afición a coleccionar cuadros de Miró encima de la bañera. Y es que el dinero no da la felicidad, pero sí la desmesura. Pobres.

La naturaleza puede explicar los mecanismos económicos que mueven la Bolsa
Un grupo de economis­tas del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y físicos de la Universidad de Boston han demostrado en un estudio publicado en Nature que la Bolsa sigue escrupulosamente las leyes de la naturaleza. En la investigación han analizado durante cuatro años casi 100 millones de transacciones de los mercados bursátiles y aplicado la distribución estadística de Pareto o ley potencial, que mide las relaciones matemáticas que existen entre los acontecimientos.
Así, han observado que los mecanismos que regulan actividades de la Bolsa, como reservar ac­ciones, medir el volumen diario de valores negocia­dos o el precio de las ac­ciones, siguen los mismos patrones de comporta­miento que se encuentran en los terremotos o en el choque de meteoritos. Según los científicos, es­to puede permitir prede­cir una crisis (aunque no prevenirla) y evaluar los riesgos y oportunidades de las inversiones, así co­mo evitar la pérdida del dinero depositado en el mercado de valores.

*Algo tiene que cambiar hoy en ti para que mañana sea diferente.

*Surgiendo de la nada, hemos alcanzado las más alta cimas de la miseria.

*Todos estamos de visita en este momento y lugar. Sólo estamos de paso. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar y volver a casa.
 

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿PEDRO PRIMER PAPA?


¿SAN PEDRO PRIMER PAPA?

Detalle en la figura de quien, supuestamente, fue su cabeza inicial: San Pedro.
Su vida “en especial tras la muerte de su amado Jesús” supone una auténtica incógnita y representa un apasionante desafío para los teólogos, historiadores e incluso arqueólogos que han intentado desentrañar sus misterios.
Las implicaciones que se derivan de tales interrogantes son de suma trascendencia, no sólo a nivel histórico, sino sobre todo en lo que se refiere a los cimientos mismos de la Iglesia de Roma...

 ¿Quién fue Pedro?
Parece ser que Pedro “su verdadero nombre era Simón Bar Jonah, es decir, "Simón hijo de Jonah" nació en la población de Bethsaida, a orillas del lago Tiberíades, en Galilea. Aunque se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, debió ser en tiempos bastante próximos a los de su maestro. Pedro se dedicaba a la pesca en el mar de Galilea, labor que realizaba junto a su hermano Andrés, quien fue también uno de los primeros discípulos de Jesús. Ambos hermanos estaban asociados en dicho negocio a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Es casi seguro que los cuatro fueron discípulos de Juan el Bautista, y a través de él llegaron a conocer a Jesús.
Ignoraremos aquí el periodo de la vida de Pedro que coincide con la del rabí de Galilea, ya que la damos por sobradamente conoci­da por todos a través de los escritos recogidos en el Nuevo Testamento.
Tras la muerte de Jesús y transcurrido un periodo inicial de des­concierto y miedo (cosa por otro lado lógica), Pedro y el resto de los apóstoles se reúnen en Jerusalén, primero para esperar el regreso de su maestro, y más tarde para comenzar a predicar tímidamente la resurrección de Jesucristo.
Poco más se sabe con certeza sobre Simón Pedro. Sabemos, eso sí, que realizó viajes por Palestina, que visitó Antioquia, donde según la tradición habría ejercido como primer obispo de la ciudad y que sus relaciones con San Pablo no fueron todo lo amigables que debe­rían haber sido.
Pero apenas sabemos nada más sobre la vida de Pedro. Los Hechos de los Apóstoles lo mencionan por última vez en el capítulo XII. En ese pasaje, Pedro está encerrado en una cárcel de Jerusalén, donde es liberado gracias a la intervención de un ángel. A partir de ese momento, fechado en el año 44 d.C., el apóstol favorito de Jesús se esfuma sin dejar rastro...
Si preguntamos a uno de los 1.000 millones de católicos que hay en la actualidad acerca de la muerte y posterior enterramiento de San Pedro, seguramente nos contestará que el apóstol murió martirizado en Roma y que fue enterrado allí, justo en el lugar en el que hoy se levanta majestuosa la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Y, efectivamente, esto es exactamente lo que ha ido transmitien­do la tradición. Un relato piadoso que es tomado por la mayoría como un hecho cierto y rigurosamente histórico. Pero, ¿realmente es así? ¿Existen pruebas de que Pedro predicó en Roma, fue martirizado durante la persecución de los cristianos y posteriormente enterrado en la ciudad?

¿Estuvo realmente San Pedro en Roma?
Durante siglos, una piadosa tradición ha asegurado que San Pedro llegó a Roma en tiempos del terrible emperador Nerón, y que fue martirizado tras la persecución lanzada por éste contra los cristianos en el año 64 d.C. Según este relato, Pedro habría sido condenado a morir crucificado “él pidió que lo hicieran cabeza abajo, ya que no se creía digno de morir como su maestro” en el Circo de Nerón. Junto a él, otros condenados a muerte ardían como antorchas humanas ilu­minando el terrible espectáculo. Tras su muerte, sus seguidores habrí­an enterrado sus restos muy cerca de allí, en la colina Vaticana.
Sin embargo, y por mucho que pueda sorprender, no existe una sola prueba documental que demuestre que Pedro visitó alguna vez Roma y, por lo tanto, tampoco de que muriera y fuera enterrado allí tras ser martirizado.

La pista de Pedro desaparece en Jerusalén, según lo recogen Los Hechos de los Apóstoles.

Existen dos epístolas atribuidas a San Pedro, pero la mayor parte de los expertos coinciden en señalar que son falsas casi con total segu­ndad. La primera de ellas contiene una alusión a su estancia en "Babilonia", que al parecer podría identificarse con la ciudad de las siete columnas.
Sin embargo, el texto recoge ideas que parecen ajenas al propio Pedro, y que según algunos exegetas, es posible que incluso pudiera haberla escrito el mismo Pablo. Al parecer, la carta está escri­ta en un griego excelente, lo que hace difícil que surgiera del puño y letra de Simón Pedro, un sencillo Galileo de escasa cultura. Los defensores de su autenticidad han sugerido que pudo ser redactada por un tal Silvano, que habría ejercido de secretario personal de Pedro. Sin embargo, más tarde se averiguó que el tal Silvano fue en realidad un personaje más cercano a Pablo de Tarso.
La segunda carta está incluso mejor escrita, y su estilo es marca­damente diferente a la anterior. Ha sido datada por los expertos en torno al 150 d.C., por lo que de ninguna forma pudo ser obra del Galileo.
Tampoco menciona San Pablo, en ninguno de sus escritos, que Pedro estuviera en Roma. Y este dato es especialmente importante en el caso que nos ocupa. En la epístola a los Romanos desde Corintio, el de Tarso saluda a varios amigos romanos, y sin embargo no hace ninguna referencia a San Pedro. ¿No sería lógico que si Simón Pedro se encontraba en Roma, Pablo le hubiera dedicado también un salu­do? Tampoco encontramos referencia alguna en Los Hechos cuando describen la llegada del apóstol San Pablo a la ciudad Eterna en el año 60.
Muy acertadamente, un historiador español  se hace la siguiente pregunta: ¿Si Pedro no estaba en Roma en el año 58 (fecha de la Epístola a los Romanos) ni del 60 al 62 (pre­sencia de Pablo en Roma), y según la tradición fue crucificado en el 64, tras varios años de predicación, ¿cuándo y desde dónde llegó?
La primera referencia a una posible presencia de San Pedro en Roma la encontramos en una carta escrita por Clemente Romano, uno de los supuestos sucesores de Pedro, en el año 96 d.C. Sin embargo, los críticos han destacado que se trata de menciones muy vagas y que no se conoce el contexto exacto al que se refieren.
Las siguientes menciones son aún más tardías y podrían servir únicamente como prueba de que, en la época en la que fueron escri­tas, existía ya la creencia de que Pedro estuvo en la ciudad y que murió allí.
Así, por ejemplo, Eusebio de Cesárea, recoge la historia de un presbítero llamado Gaio o Cayo, que vivió a finales del siglo II y principios del III, y que menciona las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo:
*También lo afirma, y no con menor certidumbre, un varón eclesiástico llamado Gaio, que vivió durante el obispado en Roma de Ceferino. Este Gaio, en una disputa escrita con Proclo, jefe de la secta de los Catafrigios, habla acerca de los lugares donde se hallan los santos res­tos de los apóstoles que hemos mencionado, y dice lo siguiente: “Pero yo puedo mostrar los trofeos de los apóstoles. Pues si deseas ir al Vaticano o al camino de Ostia, verás los trofeos de aquellos que fun­daron esta iglesia”.
*Otros autores que también se hacen eco de la tradición que ubi­caba en Roma al apóstol (todos ellos ya muy avanzado el siglo II) son Lactancio, Ireneo de Lyon, Dionisio de Corinto o Tertuliano. Algunos de estos autores no sólo mencionan la presencia de Pedro, sino que hacen coincidir a éste con Pablo de Tarso. Otra fuente de gran utilidad, el Líber Pontificalis "Libro de los Papas", va aún más lejos, y menciona incluso el lugar en el que habría vivido Pedro: la cima del monte Esquilino, donde erigió un oratorio.
Como vemos, lo único que se puede afirmar con rotundidad tras examinar las fuentes documentales y los escritos de los primeros Padres de la Iglesia es que a finales del siglo II existía ya una tradición bien asentada entre los cristianos sobre la presencia del pescador de Galilea en la capital del Imperio Romano.
Algún tiempo después, el emperador Constantino levantaría una basílica en honor al apóstol sobre su supuesta tumba, ubicada en la colina vaticana.

¿Está Pedro realmente enterrado en Roma?
Ha quedado claro que la documentación histórica no resulta sufi­ciente para demostrar, fuera de toda duda, la presencia de Pedro en Roma. Sin embargo existía otra posibilidad mediante la cual confir­mar lo defendido por la tradición: la presencia de la supuesta tumba del apóstol (y por lo tanto sus restos) bajo los cimientos de la actual basílica del Vaticano.
Hasta el siglo XX, poco se pudo hacer para tratar de aclarar las incógnitas existentes. Pero en 1939, poco después de su consagra­ción, el papa Pío XII nombró un equipo de estudio con la finalidad de que realizaran excavaciones arqueológicas bajo los cimientos de San Pedro y resolvieran el enigma de una vez por todas. Eso sí, debí­an mantener el mayor de los secretos...
El equipo encargado de la investigación estaba formado por los especialistas Enrico Josi, Antonio Ferrúa, Engelbert Kirschbaum y Bruno Ghetti, todos ellos religiosos. Además, sus pesquisas y descubrimientos fueron supervisados en todo momento por un estrecho colaborador del pontífice, monseñor Ludwig Kaas.
Los primeros trabajos certificaron la existencia de una necrópo­lis del siglo I d.C. bajo el suelo de la basílica, lo que venía a confirmar parte de lo que aseguraba la tradición. Se encontraron numerosos nichos paganos y también algunas de las primeras tumbas de fieles cristianos. Los arqueólogos descubrieron también que el antiguo tem­plo construido por el emperador Constantino parecía estar especial­mente diseñado para destacar una parte concreta de la necrópolis. Justo en esta zona se produjo un interesante hallazgo: una tumba con aspecto de Trofeo que parecía coincidir en su ubicación y características con el monumento descrito por el presbítero Gaio y que podría datar, según los expertos, del año 165.
Finalmente, en 1951 el equipo de Ferrúa publicó los informes ofi­ciales con los resultados de su investigación. A pesar de que realiza­ron un trabajo riguroso y objetivo, su estudio no escapó a las críticas, que acusaban a los religiosos de haber realizado una investigación "deficiente". Además, se comprobó que se había producido un con­tinuo enfrentamiento entre el equipo de investigadores y monseñor Kaas.
En 1953, Pío XII autorizó una segunda investigación en la necró­polis vaticana, esta vez dirigida por la experta epigrafista Margherita Guarducci, cuya familia tenía una estrecha amistad con el pontífice. Las incursiones de Guarducci en el lugar de las excavaciones echaban por tierra (en su opinión) el trabajo realizado por sus predecesores. Fue así como descubrió una serie de inscripciones en los muros que se encuentran en el lugar donde, según la tradición, está la tumba de San Pedro. Una de ellas llamó especialmente su atención. Estaba escrita en griego, y rezaba: Petrus eni, o lo que es lo mismo, "Pedro está aquí". Sin embargo, dicha inscripción fue datada en torno al año 150 d.C., por lo que, al igual que ocurría con las fuentes documentales, sólo demostraba la existencia de una creencia en que allí estaba enterrado Pedro.
Pero la mayor polémica estaba por llegar. Guarducci explicó que un sampietrini (uno de los trabajadores que estaba bajo las órdenes de Kaas) le había dado una caja de madera con huesos que habían sido descubiertos en uno de los lóculos de la necrópolis. El obrero explicó que la caja había sido custodiada durante años por Kaas, quien guardó silencio sobre el hallazgo.

¿Los restos de quien?
Guarducci también explicó que los huesos habían estado envueltos en una tela púrpura con bordados en oro, y que los estudios forenses habían determinado que los restos correspondían a los de un varón de unos 60-70 años. Los resultados obtenidos por la epigrafista fueron publicados en varias publicaciones, pero recibieron también duras críticas. Entre los mayores críticos de su metodología estaba el propio Antonio Ferrúa. Éste dio a conocer un examen más exhaustivo de los restos óseos, realizado por Venerando Correnti, catedrático de Antropología de las Universidades de Palermo y Roma. Correnti y su colaborador Luigi Cardini descubrieron que los restos óseos no per­tenecían a un único individuo, sino que habría también partes de otro esqueleto, correspondiente a un individuo joven. Y lo más sorpren­dente: en la caja de madera también se conservaban huesos de una oveja, un buey y hasta los de ¡un ratón!
A pesar de estos nuevos datos, el papa Pablo VI dio crédito a las investigaciones de Guarducci, y el 26 de junio de 1968 hizo un comu­nicado anunciando el descubrimiento de los restos del apóstol:
“Creemos nuestro deber, en el estado actual de las conclusiones arqueo­lógicas y científicas, dar a Uds. y a la Iglesia este anuncio feliz, obliga­dos como estamos a honrar las reliquias sagradas, respaldados por una prueba confiable de su autenticidad. En el caso presente, nosotros debemos ser aún más impacientes y exultantes cuando tenemos razón en creer que han sido encontrados los pocos pero sagrados restos mor­tales del Príncipe de los Apóstoles, del hijo de Simón de Jonah, del pescador llamado Pedro por Cristo, del que fue escogido por el Señor para fundar Su iglesia y a quien Él confió las llaves de Su reino hasta Su gloriosa vuelta final”.
Sin embargo, cosa curiosa, tras la muerte de Pablo VI Guarducci ya no pudo volver a entrar en la necrópolis, y las supuestas reliquias de San Pedro fueron retiradas del edículo monumental. Ella mantuvo hasta su muerte que la culpa de su ostracismo la tenían las maquinaciones del padre Ferrúa, carcomi­do por la envidia de sus descubrimientos.
Actualmente la polémica persiste. A pesar de las excavaciones y de los datos ofrecidos por la tradición, no se puede afirmar que Pedro fuera enterrado bajo la Basílica de San Pedro.
De hecho, no es necesario recurrir a la arqueología para com­probar que resulta bastante difícil que los restos del pescador Galileo fueran enterrados donde se ha dicho. Si realmente Pedro fue martirizado por los romanos mediante la crucifixión, lo más pro­bable es que sus restos (como criminal que era considerado por las autoridades) fueran incinerados y sus cenizas arrojadas con des­precio a las aguas del Tíber.

Reflexión:
Aún aceptando la improbable posibilidad de que su cadáver no fuera quemado o arrojado a las fieras del Circo, sería prácticamen­te imposible que sus discípulos y seguidores hubieran podido "res­catar" sus restos sin ponerse ellos mismos en grave peligro. Para recuperar el cuerpo de Pedro habrían tenido que solicitar permiso a las autoridades, lo que equivaldría a quedar identificados como cristianos "peligrosos" y alborotadores. Por lo tanto es bastante difícil que unos supuestos discípulos del apóstol le dieran cristiana sepultura en la actual colina Vaticana.
De modo que estamos como al principio. Ni las fuentes docu­mentales ni las excavaciones arqueológicas han escapado a la polé­mica. Y la pregunta principal ¿estuvo Pedro en Roma y murió allí martirizado? queda sin una respuesta segura.  Lo único que podemos considerar  como hecho contrastado es que, ya muy avanzado el siglo II existía una creencia entre los cristianos de que, efectivamente, los restos de Pedro descansaban en la necrópolis de la citada colina vaticana...

 
*¿Que sabe el pez del agua, donde vive toda su vida?
 

[J§L].

MMXIII.

Las cadenas que mas oprimen son la que menos pesan.

 


miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿CAMINO A LA TERCERA GUERRA MUNDIAL?

¿CONFLAGRACIÓN PLANETARIA?

Nuestra generación parece haber olvidado que hace setenta años padecimos la Segunda Guerra Mundial, el mayor horror que haya contemplado la humanidad. Sin embargo, quien olvida su historia está condenado a repetirla. Corea, Libia, Israel, Irán... Sobre todos nosotros planea el fantasma de una tercera gran guerra.
Samuel Huntington, profesor de ciencias políticas en Harvard y creador de la “teoría del choque de civilizaciones”, en su libro The Third Wave (1991) explica que nuestra civilización pasa por lo que él llama “olas de democratizan y desestabilizan mundial”. Una ola de democratización es un conjunto de transiciones de un régimen no democrático a otro democrático, que ocurren en determinado período de tiempo y superan a las transiciones en dirección opuesta durante ese período, implicando a su vez la liberalización o la democra­tización parcial de sistemas políticos. A cada ola le sigue una contra-ola (u ola de desestabiliza­ción, que es del signo opuesto, es decir, paso de sistemas democráticos a dictatoriales). En el mundo moderno se han producido tres olas: primera (extensa) de democratización 1828-1926, primera contra-ola 1922-42; segunda (breve) de democratización 1943-62, segunda contra-ola 1958-75 y tercera ola de democra­tización 1974-1990. Esta última se iniciaría con la Revolución de los Claveles en Portugal. En dicho año, 1974, existían tan sólo 39 democracias en el mundo. En 1995 ya eran 117, de un total de 191 países.

UN PELIGROSO CAMBIO DE MONEDA
Según la teoría de Huntington, que se apoya en ciclos económicos, políticos, sociales, etc., se acerca una nueva ola desestabilizadora mundial (2009-2019). Esta ola de pérdida de democracia habría mostrado ya varios signos: acusaciones inequívocas de fraude electoral (Irán y Afganistán), aislamiento internacional de los gobiernos democráticamente elegidos (Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Franja de Ga­za), pseudos-elecciones para intentar edulcorar “golpes de mano blandos” (Honduras) y aceptación por la comunidad internacional de sistemas políticos devenidos en meros gobiernos autocráticos (Bielorrusia, Georgia y Rusia). Así pues, estaríamos en vísperas de la irrupción en el escenario geopolítico de la nueva ola desestabilizadora mundial originada por el ocaso de la economía global; la pérdida de credibilidad democrática de incontables gobiernos de países del Tercer Mundo; el declive de EE UU como primera potencia mundial y la irrupción de nuevos actores en el marco geopolítico mundial como China. Rusia, India y Brasil, que tendrían a Honduras, Paraguay, Grecia, Turquía, Egipto, Afganistán y Paquistán como paradigmas de los llamados golpes virtuales o postmodernos que protagonizarán la próxima década en el nuevo escenario geopolítico mundial. Y. además, un posible fracaso del proyecto europeo y desmembramiento del Euro. Lógicamente, estos ciclos tienen mucho que ver con las crisis económicas. Las crisis crean carestía y pobreza y las guerras pueden ser usadas como políticas anti-crisis. Existen varias causas de la Primera Guerra Mundial, al margen del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, que más bien fue un pretexto. Causas sobre todo de intereses económicos, comerciales, imperialistas y colonialistas. Por citar un ejemplo: África era una colonia repartida entre franceses e ingleses y al imperio alemán le resultaba inaceptable una situación así. En el fondo todo consistía en que el equilibrio de poderes estaba cambiando. En la actualidad, se está produciendo un proceso similar. Desde la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía internacional corresponde a EE UU. Sin embargo, el llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China) constituyen una potencia emergente con un crecimiento económico mucho mayor que EE UU, Europa y Japón. Estaría produciéndose, por tanto, un cambio en el peso específico de la economía mundial. Vamos a repasar los detalles. El gran gigante, EE UU, es el país más endeudado del mundo, aunque el significado práctico de esto es diferente para este país que para cualquier otro, porque se encuentra endeudado en la moneda nacional que él mismo crea y hace circular. Finalizada la II Guerra Mundial, durante los acuerdos de Bretton Woods (1944), se decidió que el dólar sería moneda internacional (y desvinculada del oro por Nixon en 1971, lo cual les confiere mayor libertad). Lógicamente, el único país que puede imprimir esta moneda es EE UU, lo cual le confiere una ventaja única sobre el resto de naciones, permitiendo endeudarse a niveles inaceptables para el resto de estados. El emisor del dólar estadounidense tiene un lugar natural para colocar sus dólares sin costo alguno, ahorrándose miles de millones en intereses que no tiene que pagar para colocar su moneda. Si necesitan pagar algo, imprimen más dólares estadounidenses y disponen de un mercado multinacional dispuesto a recibirlos. Como decíamos, EE UU es el país más endeudado del mundo, con una deuda privada de 16,8 billones de dólares (cada estadounidense cargaría con una media de 53.000 dólares). Por otro lado, China es el mayor poseedor de deuda americana, con 1,1 billones de dólares. De hecho, el 32% de la deuda americana está en manos extranjeras. Esto estaría muy bien si no fuera porque, en la última década, numerosos países están pidiendo un cambio en la moneda internacional. Las consecuencias de dicho vuelco serían: el fin de las ventajas económicas de EE UU, de su capacidad casi ilimitada de endeudamiento, su colapso y, sobre todo, una razón suficiente para hacer una guerra. EE UU puede ser "pobre", insoportable-mente endeudado... Pero está armado hasta los dientes.

LA GUERRA HACE BUENOS NEGOCIOS
Es cierto que, históricamente, la guerra ha sido una política anti-crisis: War is Good Business (La guerra es buena para el negocio), reza el dicho. La guerra funciona para reactivar la economía porque aumenta la demanda interna (en el fondo es lo opuesto a la austeridad que nos ahoga actualmente). El Estado se vuelca presupuestariamente en el reclutamiento y la fabricación de armamento, generando así un significativo impulso de la demanda agregada de la economía. El desempleo se resuelve rápidamente, en parte como consecuencia del reclutamiento militar y en parte por las necesidades de producción de las fábricas de armamento y demás suministros militares. Lógicamente, esto puede repercutir en un endeudamiento mayor. No obstante, quien logra la victoria acapara los botines de guerra. Si ganas la guerra, ésta te saca de la crisis. Para EE UU, debilitado económicamente y con una cultura productiva en declive, la amenaza constante de guerra sustenta el gasto militar. Y esta amenaza y el gasto militar poseen una dinámica diabólica, que tiende a autorrealizarse en la guerra real. Y, por mucho que los motivos que la causan se disfracen tras razones humanitarias o creencias religiosas, la guerra sólo busca una cosa: la hegemonía sobre los recursos (petróleo, gas, agua, etcétera). Ésta es la razón por las que hemos asistido a tantos conflictos bélicos protagonizados por EE UU en el siglo XX: Guerra del Golfo, Somalía, Haití, Bosnia-Herzegovina, Irak de nuevo, Afganistán, Yugoslavia, Libia... La guerra perma­nente como sinónimo de motor económico. Ya lo dijo Orwell: El acto esencial de la guerra es la destrucción, no forzosamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo humano. Después de una guerra, vienen jugosos contratos para la reconstrucción de las instalaciones arrasadas. Un ciclo completo. Ésta ha sido la forma de funcionar durante décadas. Llegados a este punto, cabría preguntarse por qué hace 70 años que no estalla una conflagración mundial. Analicemos las razones.

MÁS PODEROSAS QUE LOS ESTADOS
En 1939, cuando estalló la II Gran Guerra, los estados tenían un peso específico mucho mayor en la política internacional. Hoy en día existen lo que se llaman sociedades líquidas. Este concepto, introducido por el sociólogo Zyg­munt Bauman, subraya la nueva identidad que caracteriza a las sociedades modernas, más globales, más universales. Los nacionalismos acérrimos han ido desapareciendo. Se produjo la integración de la Unión Europea. Existen fuertes corrientes migratorias propiciadas por eso que llamamos aldea global. En definitiva: las mismas empresas representan idénticos intereses; no importa el país en que lo hagan. Si tomamos la lista de las 150 naciones más ricas del mundo, las 22 primeras son estados, pero a partir ese puesto empezamos a encontrar empresas: Walmart, Brítish Petroleum, Exxon Mobil, etc. O sea, muchas de estas empresas tienen más dinero la mayoría de países del mundo. Tienen poderosos intereses económicos y, a su vez, ejercen influencia sobre las políticas belicistas de los estados. Es curioso cómo, en cierto sentido, el capitalismo (porque destruye el estado y el nacionalismo) es quien nos previene de la guerra. Sin embargo, es evidente que existen guerras. Al margen de conflictos puntuales como el de Libia o Corea del Norte, la III Guerra Mundial podría tener otras formas, más etéreas, menos identificables con una guerra convencional. Situados en el contexto de este artículo, está claro que, tras la crisis económica y sistemática, los niveles de endeudamiento de los países (récords desde la II Guerra Mundial) y con un nuevo frente económico emergente (el BRIC), todo apunta a que habrá una reorganización. Una guerra, al menos de intereses. La III Gran Guerra, sin duda será una guerra sin trincheras. Existen diferentes escenarios donde podría estallar. Ya no va a producirse un conflicto nuclear a gran escala y habrá otro tipo de guerras de baja intensidad o subterráneas. Hablamos de la denominada “Guerra Moderna” o “guerra de cuarta generación”, un concepto muy distinto al de guerra total, como el de la II Gran Guerra, donde se movilizaron todos los recursos para llevarla a cabo. Esta guerra moderna, que no conduciría a la aniquilación mutua, comprende varios tipos: biológica, química, informática, psicológica, de la información, asimétrica, etc. Repasemos con más detalle.
En cuanto a la guerra informática, también llamada guerra digital o caber-guerra, consiste en considerar al ciberespacio como un campo de batalla. En el verano de 2011, el Pentágono creó un comando cibernético para militarizar el ciberespacio. Sin duda, es mucho más limpio, barato y discreto atacar la infraestructura informática del enemigo, mediante virus informáticos especialmente diseñados a tal efecto, que usar cualquier otro medio convencional. Un ataque de estas características -que necesita elevadísimos grados de conocimiento-, bien perpetrado, es un arma terrible. Por ejemplo, un virus podría infectar los programas de control y motorización de los sistemas hidrológicos de un país, abrir todas sus presas a la vez y, por consiguiente, provocar una enorme catástrofe humanitaria y económica. También podría suponer la fuga de datos sensibles. El siguiente ejemplo suena a ciencia ficción, pero es absolutamente real. En 2003, Taiwan sufrió un caber-ataque que dejó sin servicio a hospitales, la Bolsa y algunos sistemas de control de tráfico. El método es tan elegante que hasta es difícil saber quién ha sido el autor. Y existen más casos documentados de ataques: Estonia, 2007, medios de comunicación, bancos e instituciones gubernamentales sin servicio. Irán, 2010, las centrifugadoras del programa de enriquecimiento de uranio fueron atacadas por un potente virus llamado Stuxnet (posiblemente de diseño norteamericano).Y probablemente haya otros similares que no han trascendido a la opinión pública. La guerra informática es un peligro muy real. Un virus que apagase todas las centrales eléctricas de un país (o térmicas, nucleares, etc.), podría sumir en el caos a un estado.

GUERRAS INFORMATIVAS
En la era de las comunicaciones, la información también es un arma. Y, de hecho, es muy probable que este tipo de guerra esté sistematizado hoy en día. Las Operaciones de Información (Info Ops, en inglés) son una disciplina en evolución dentro del estamento militar. Se han desarrollado principalmente en EE UU, durante la década de 1990 y especialmente tras la experiencia adquirida en la Guerra del Golfo. Gracias al uso de los mass media u otro tipo de tecnologías modernas, se hace llegar información crítica e influyente para afectar percepcio­nes, manejar opiniones y controlar comportamientos. El objetivo: ganar los corazones y las mentes. Existen incluso operaciones de guerra psicológica a través de redes sociales, no sólo mediante la prensa, radio y televisión. El fin que se persigue es que la información que cualquier gobierno quiera filtrar venga encauzada por medios que sean aparentemente independientes, para evitar las sospechas ciudadanas. Y resulta utilísimo porque, bien usado, es posible poner a la opinión pública más reticente de tu lado, convenciéndola de prácticamente cualquier cosa. Además, es igualmente útil en el país que genera el ataque (por ejemplo, haciendo que tus conciudadanos apoyen una guerra) o en el receptor del mismo, creando una opinión contraria a sus líderes. ¿Recuerdan las imágenes de la caída de la estatua de Saddam Hussein el 9 de abril de 2003? Pues bien, se trató de una maniobra gestada por la unidad de operaciones psicológicas del ejército norteamericano (según publicó Los An­geles Times). Su objetivo: promover entre la opinión pública de la región invadida la falsa idea de una guerra de liberación. El método es tan eficaz que, buscando en Internet, aún hoy en­cuentras comentarios a la noticia como si ésta fuera genuina y producto de un acto improvisado. Como decía Winston Churchill, Los imperios del futuro serán los imperios de la mente”.
En 1998, como parte de los preparativos para un ataque militar contra Irak, se realizó una campaña para inclinar a la opinión pública en favor de la intervención militar. Se repitió constantemente que Saddam Hussein era un "lunático" y constituía una amenaza global. Para ilustrar este aspecto, el 10 de octubre de 1990, el congresista demócrata Tom Laníos (California) y el republicano John Porter (Illinois) organizaron una audiencia que tenía todo el aire de una función oficial del Congreso. Durante la misma, los norteamericanos asistieron al testimonio de una joven kuwaití, de 15 años, conocida como Nayirah. Antes, se anunció que no se iba a divulgar su apellido por temor a represalias contra su familia. Llorando a mares, Nayirah dijo que vio personalmente cómo los soldados ira­quíes sacaban bebés de las incubadoras...

MENTIRAS PUBLICITARIAS
Obviamente, el testimonio de Nayirah conmocionó a la opinión pública, justo en medio de una ola de grandes manifestaciones contra los preparativos de la guerra y cuando, de acuerdo a las encuestas, había una fuerte oposición a la misma. Desde aquel 10 de octubre hasta el inicio del conflicto, los medios repitieron como autómatas el cuento de los bebés sacados de las incubadoras. Sin embargo, según John Stauber y Sheldon Rampton, autores del libro Los residuos tóxicos son muy saludables: Mentiras, malditas mentiras y la industria publicitaria (1995), lo de las incubadoras lo inventaron creativos de HUÍ & Knowlton (H&K), la mayor compañía publicitaria del mundo por aquel entonces, que había sido contratada por el gobierno kuwaití. Pero, como comprobaron diligentemente Stauber y Rampton, la inocente Nayirah era, en realidad, miembro de la familia real ku­waití y fue convenientemente entrenada para contar aquella mentira en el Congreso...

CUANDO EL OPRESOR NO TIENE ROSTRO
¿Quién duda que la misma economía sea un ar­ma de destrucción masiva? Es curioso el papel que tienen las agencias de calificación nortea­mericanas. Cuestionadas por muchos econo­mistas debido a sus grandes errores (no supieron ver la caída de Lehman Brothers, a la que seguían calificando con una triple A pocas horas antes de su desplome), se duda y mucho de su cacareada independencia. ¿Independencia? Las tres grandes (Moody's, Standard&Poor's y Fítch) son norteamericanas. Esto último resulta más que llamativo. No en va­no, estas agencias vienen jugando un papel muy relevante en el fracaso del proyecto europeo. Cada vez que bajan la calificación, sube la prima de riesgo y los países pagan muchos millones de dinero extra para financiarse. ¿Necesita EE UU una Europa con el euro débil para que su dólar no pierda fuerza? Es una posibilidad. En cualquier caso, con Bruselas y el BCE, tenemos al enemigo en casa. Esto abre otro posible escenario en la mente de muchos. La III Guerra Mundial es una guerra asimétrica del capitalismo contra el individuo, ricos contra pobres. Vivimos en mitad de una cruda dictadura de mercado. No se puede derrocar al tirano porque este opresor no tiene rostro. Precisamente, el prestigioso economista Juan López Torres alerta de que la deuda se usa como guerra contra el individuo. López Torres subraya que la gran mayoría de países tienen un sobre-endeudamiento imposible de pagar, porque, entre otras cosas, no existe posibilidad alguna de que el sistema pueda absorber tales cifras. Aparentemente, es absurdo que los bancos y las entidades financieras acumulen esas deudas inmensas, pero Juan López Torres y el también economista Vicent Navarro sí entienden la lógica oculta: puesto que los bancos pueden crear deuda de la nada (les basta con realizar anotaciones contables), ese proceso les resulta sencillísimo. Sin embargo, esta deuda espontánea tiene intereses, esto es, dinero de verdad que pagamos a los bancos por dinero que ellos crean de la nada. Estos intereses son un retorno de ingresos impresionante para estos mismos bancos. Así pueden convertirse en los dueños del mundo sin necesidad de que se devuelva la totalidad de la deuda que han fabricado. La deuda es la esclavitud moderna. En un mundo sin guerra, quien va a pagar el gran déficit público y privado, somos tú y yo: esta es la gran Tercera Guerra Mundial. La guerra contra el individuo, contra los trabajadores, obligados a pagar los desmanes de las élites. Pero es mejor vivir esclavizado por la deuda a que haya una guerra de verdad... ¿o no?

LA ERA DE LAS GUERRAS PACTADAS
Al margen de las guerras de baja intensidad, lo cierto es que siempre salen noticias sobre conflictos bélicos. Ataque preventivo a Irán, conflicto en Libia, participación de Israel en este último, enfrentamientos en Líbano... Estos conflictos amenazan (especialmente los de Oriente Medio) con calentar la zona en una espiral de violencia que acabaría involucrando a la OTAN y a Rusia, y convertirse en una guerra global. Potencialmente, siempre parece haber una guerra mundial esperando. Pero, en la realidad, eso no ocurre. Los militares y estrategas son absolutamente conscientes de lo que se traen entre manos. Es seguro que muchas guerras están pactadas, de tal manera que los conflictos no proliferan libremente.
Miremos el caso de Corea del Norte. EE UU sabe bien que las declaraciones de ese país no están respaldadas por un poder militar tan fuerte como para llevar a cabo sus amenazas. Desde la década de 1950, Corea del Norte persigue re-unificar las dos Coreas. Ambas existen a consecuencia de un acuerdo entre la URSS y EE UU, quien ocupó la mitad sur. Las dos potencias se iban a retirar y permitir que el país se reunificara. Rusia lo hizo, EE UU no. Washing­ton mantuvo una fuerte presencia militar en esa zona, que continúa en nuestros días. Según un artículo de Christine Hong y Hyun Le publicado el 15 de febrero en Foreign Policy, “calificar a Corea del Norte como la principal amenaza para la seguridad de la región oculta la falsa naturaleza de la política del presidente Barack Obama”, pues el verdadero motivo no es otro que mantener su presencia militar en la región. Esos tambores de guerra son mera propaganda para auto-legitimar cualquier posible intervención. En esencia, son guerras ficticias. El caso de Siria es similar. Según The Sunday Times, en este país hay espías británicos y alemanes infiltrados, que ayudan a los sublevados a luchar contra el gobierno de Bashar al Assad, también presionado por Israel, con el apoyo de Obama. No son guerras, son operaciones donde las fuerzas son tan asimétricas que siempre prevalecen los intereses de Occidente. Puede que estos conflictos cuesten muchas vidas, pero, al final, lo que cuentan son los beneficios económicos y los réditos geopolíticos.


*Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez cociente.
*La guerra no se hace matando al adversario, sino minando y destruyendo su moral, y conversando la propia.
*Una vez eliminado la imposible, lo que queda; por improbable que parezca. Es la verdad.
[J§l].
MMXIII.
UNA MENTE ABIERTA PUEDE CAMBIAR EL MUNDO.



domingo, 1 de diciembre de 2013

¿EL HOMBRE QUE PUSO DE RODILLA A UN IMPERIO?

Blas de Lezo:

Blas de Lezo y Olavarrieta (u Olabarrieta) (Pasajes, Guipúzcoa, España, 3 de febrero de 1689 – Cartagena de Indias, Nueva Granada, 7 de septiembre de 1741), primer marqués de Ovieco (a título póstumo), almirante español conocido como Pata-palo, o más tarde como Medio-hombre, por las muchas heridas sufridas a lo largo de su vida militar, fue uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española.

Biografía:
Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Pasajes (Guipúzcoa) el 3 de febrero de 1689. Pertenecía a una familia con ilustres marinos entre sus antepasados, en un pueblo dedicado, prácticamente en exclusiva, a la mar. Se educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701, para embarcar en la escuadra francesa. Luis XIV había ordenado que hubiese el mayor intercambio posible de oficiales entre los ejércitos y las escuadras de España y Francia. Con apenas 12 años (1701), se enrola como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV. Se integró en la armada francesa, en ese momento aliada de España en la Guerra de Sucesión, que acaba de empezar, al morir Carlos II sin descendencia.

Guerra de Sucesión:
La guerra enfrenta a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y nombrado heredero por el rey español, con el Archiduque Carlos de Austria, apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los Borbones en el continente. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada. Frente a Vélez-Málaga se produjo el 24 de agosto de 1704 la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra franco-españolas (51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, sumando un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres) y la flota anglo-holandesa, mandada por el almirante Rooke y compuesta por 53 navíos de línea, 6 fragatas, pataches y brulotes con un total de 3.614 cañones y 22.543 hombres, dando como resultado al final de la contienda 1.500 y 2.700 bajas, respectivamente.
Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar, hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, tendiéndosela que amputar, sin anestesia, por debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la operación. Debido al valor demostrado tanto en aquel trance como en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV. Se le ofrece ser asistente de cámara de la Corte de Felipe V. Siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo; en el ataque al navío inglés Resolución de 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así como en el apresamiento de dos navíos enemigos que fueron conducidos a Pasajes y Bayona. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la Corte, pues ambicionaba conocer las artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola.
Continúa patrullando el Mediterráneo, apresando numerosos barcos ingleses y realizando valientes maniobras con un arrojo inusitado. Tanto es así que se le premia permitiendo que lleve sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiados de Barcelona al mando de una pequeña flotilla. Sirviéndose de su aguda inteligencia, realiza brillantemente su cometido, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin de crear una densa nube de humo que ocultase los navíos españoles, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados, prenden fuego a los buques británicos” Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en el ojo izquierdo, que explota en el acto, perdiendo así para siempre la vista del mismo.
Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort, donde lo ascienden a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas. Por estas fechas tiene lugar el referido combate con el Stanhope mandado por John Combs, que lo triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico”
El abordaje de los españoles era una temible maniobra ofensiva, que los ingleses temían particularmente: los navíos españoles cañoneaban de cerca, tras lo cual lanzaban garfios y abordaban el navío contrario, buscando el cuerpo a cuerpo, hasta la rendición del enemigo. De este modo, con tripulaciones muy inferiores en número, los navíos españoles lograban apresar otros con mucha mayor dotación y porte. Blas de Lezo se cubrió de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, siendo ascendido a Capitán de Fragata.
En 1712 pasa a servir bajo las órdenes de Andrés de Pes. Este afamado almirante quedó maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año más tarde. Posteriormente participó en el asedio de Barcelona al mando del Campanella,  en el que el 11 de septiembre de 1714, al acercarse con demasiado ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, navío de gran poder ofensivo.
En 1715, al mando de Nuestra Señora de Begoña, y ya repuesto de sus heridas, se dirige con una gran flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo disparo.

El Caribe:
Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lan franco. Un año después parte hacia La Habana escoltando a una flota de galeones en el Lan franco, barco que será retirado del servicio debido a su calamitoso estado, a su regreso a Cádiz.
Allí se queda hasta 1720, cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lan franco, conocido asimismo como León Franco y Nuestra Señora del Pilar, y es integrado dentro de una escuadra hispanofrancesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur, o lo que es lo mismo, las costas del Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra y una fragata, y por parte francesa por dos navíos de línea. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success y el Speed Well del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarlos y tras hacer algunas capturas huyó a Asia, donde fue capturado y ejecutado.
En 1725 contrajo matrimonio en Lima, Perú, con Josefa Pacheco.

Mediterráneo:
En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo. Habiendo surgido diferencias con la república de Génova, España estaba resentida por la conducta observada por aquel Estado, y no de acuerdo con sus procedimientos, el general Lezo, por orden superior, se personó en aquel puerto con seis navíos y exigió, como satisfacción, el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, además de un homenaje a la bandera real de España. Mostrando el reloj a los comisionados de la ciudad, que buscaban el modo de eludir la cuestión del pago, fijó un plazo, transcurrido el cual la escuadra rompería el fuego contra la ciudad. Los dos millones de pesos recibidos fueron enviados, por orden del rey, medio millón para el infante don Carlos y el resto fue remitido a Alicante para sufragar los gastos de la expedición que se alistaba para la conquista de Orán.
En reconocimiento de sus servicios al Rey, éste le concede en 1731 como estandarte para su capitana la bandera morada con el escudo de armas de Felipe V, las órdenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.
En 1732, a bordo del Santiago mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres, y rindió la ciudad, si bien cuando se marchó, Bay Hassan logró reunir tropas y sitiarla. Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres, logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán, baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 hombres. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los castillos. Patrulló después durante meses por aquellos mares, impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia lo forzó a regresar a la ciudad de Cádiz.

De vuelta a América: Cartagena de Indias:
El rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender de un sitio (1741) al que la había sometido el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Julio León Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés): “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve.” A la sazón, el tráfico de ultramar español se veía constantemente entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. En su comparecencia ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en la mano, de ahí que los ingleses conozcan el conflicto como “Guerra de la oreja de Jenkins”.
Vernon estaba envalentonado tras el saqueo de la mal guarnecida plaza de Portobelo (Panamá), y el inglés desafió a Lezo, a lo que el marino español contestó:
“Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.”
La flota inglesa, la agrupación de buques de guerra más grande que hasta entonces había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro Presidente George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: Galicia, que era la nave Capitana, San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.
Tan colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce. Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para celebrar la victoria que nunca llegó. Tan convencidos estaban de la derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en su anverso: “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741” y “El orgullo español humillado por Vernon”.
Fue justo lo contrario: con sólo seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25.000 hombres, fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: “God damn you, Lezo!” (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció la inmortal frase:
“Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.”

Últimos días
Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias al contraer la peste, enfermedad generada por los cuerpos insepultos (casi todos ingleses) ocasionados por los sucesivos combates.
El Puerto de Santa María (Cádiz) y Blas de Lezo
La estancia de los Lezo en El Puerto de Santa María tuvo varias fechas. El almirante ya había estado en 1719-20 y en 1730 en Cádiz. De allí partió, ya viviendo en El Puerto de Santa María, el 3 de febrero de 1737 hacia Cartagena dirigiendo la que sería la última carrera de Indias y donde encontraría, como ya se ha reflejado, su fatal destino.
Tras las investigaciones realizadas en los padrones de la época de la Iglesia Mayor Prioral portuense, se ha constatado que Blas de Lezo, su mujer, Josefa Pacheco Bustos (una criolla peruana con la que se había casado el 5 de mayo de 1725 en Lima) sus hijos y un criado afro americano llamado Antonio Lezo, vivieron desde 1736 en una casa de la calle Larga, para ser más exactos en Larga, 70, hoy reconvertida en apartamentos de alquiler. Tras su muerte, su viuda (conocida en la localidad como La Gobernadora) y sus hijos permanecieron en ella hasta la muerte de ésta el 31 de marzo de 1743.
La Excelentísima Señora Doña Josefa Pacheco fue enterrada en el Convento de Santo Domingo, sito en la calle del mismo nombre. A partir de esta fecha, los descendientes de Blas de Lezo desaparecen de los padrones portuenses.
Durante su residencia en la ciudad, el Cabildo Municipal, siendo conocedor del prestigio del almirante, hizo a su familia diferentes concesiones, entre las que destacó una toma de agua para la casa.

Su memoria en la actualidad
Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes héroes de la historia, es un personaje prácticamente olvidado. Actualmente, la empresa española DL-Multimedia está preparando un documental sobre su vida para los canales Historia y Odisea. Aunque cuenta con calles en Valencia, Málaga, Fuengirola, Alicante, Las Palmas de Gran Canaria, Huelva, San Sebastián, Pasajes “su localidad natal”, y finalmente, tras una recogida de firmas, el 28 de abril de 2010 se aprobó dedicarle una avenida en la capital de España, Madrid.
Blas de Lezo es un reconocido héroe en la ciudad de Cartagena de Indias, la cual le rinde grandes honores y reconocimientos: conmemorando su valentía existen barrios en dicha ciudad, lo mismo que avenidas y plazas. Su estatua frente al baluarte de San Felipe de Barajas es otra muestra del respeto y admiración a este gran personaje.
Desde el  día 5 de noviembre de 2009, en la ciudad de Cartagena de Indias, se ha cumplido el deseo del valiente Blas de Lezo, ya que éste pedía en su testamento que un grupo de españoles pusiera una placa para no olvidar aquella victoria. En ella hoy se puede leer: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias”. “Con sólo 3.000 hombres y su ingenio, Lezo derrotó una armada de unos 25.000 hombres, más 4.000 hombres traídos de Virginia por el medio hermano de George Washington”.
Asimismo, el 21 de noviembre de 2009 se descubrió para su memoria una placa en la calle Larga nº 70 de la localidad del Puerto de Santa María, lugar donde residió D. Blas de Lezo antes de librar la Batalla de Cartagena. En dicho acto se estrenó por primera vez la marcha militar "Almirante Blas de Lezo" original de Joaquín Drake García, compuesta para la Armada e interpretada por la Banda de Música del Tercio Sur (Infantería de Marina), presidiendo el acto el Almirante de la Flota, el Alcalde y la presidencia del Club de Mar de la Localidad. En dicha lápida se puede leer: "En 1736 vivió junto a su familia, el Teniente General de la Armada D. Blas de Lezo y Olavarrieta, insigne e invencible marino, héroe de la Batalla de Cartagena de indias en la que la flota inglesa sufrió una humillante derrota en el año 1741. La Ciudad del Puerto de Santa María en homenaje a su memoria. 21 de noviembre de 2009".

*El político se convierte en estadista, cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
*Todos los estados bien gobernados y todos los presidentes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento.
*No tiene sentido discutir; sobre todo con el que no quiere oír. 

[J§l].
MMXIII.
NO HAY ANIMAL TAN MANZO, QUE ATADO NO SE IRRITE.