La Historia no contada

La Historia no contada
José Luis Rodríguez Pereiro

miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿CAMINO A LA TERCERA GUERRA MUNDIAL?

¿CONFLAGRACIÓN PLANETARIA?

Nuestra generación parece haber olvidado que hace setenta años padecimos la Segunda Guerra Mundial, el mayor horror que haya contemplado la humanidad. Sin embargo, quien olvida su historia está condenado a repetirla. Corea, Libia, Israel, Irán... Sobre todos nosotros planea el fantasma de una tercera gran guerra.
Samuel Huntington, profesor de ciencias políticas en Harvard y creador de la “teoría del choque de civilizaciones”, en su libro The Third Wave (1991) explica que nuestra civilización pasa por lo que él llama “olas de democratizan y desestabilizan mundial”. Una ola de democratización es un conjunto de transiciones de un régimen no democrático a otro democrático, que ocurren en determinado período de tiempo y superan a las transiciones en dirección opuesta durante ese período, implicando a su vez la liberalización o la democra­tización parcial de sistemas políticos. A cada ola le sigue una contra-ola (u ola de desestabiliza­ción, que es del signo opuesto, es decir, paso de sistemas democráticos a dictatoriales). En el mundo moderno se han producido tres olas: primera (extensa) de democratización 1828-1926, primera contra-ola 1922-42; segunda (breve) de democratización 1943-62, segunda contra-ola 1958-75 y tercera ola de democra­tización 1974-1990. Esta última se iniciaría con la Revolución de los Claveles en Portugal. En dicho año, 1974, existían tan sólo 39 democracias en el mundo. En 1995 ya eran 117, de un total de 191 países.

UN PELIGROSO CAMBIO DE MONEDA
Según la teoría de Huntington, que se apoya en ciclos económicos, políticos, sociales, etc., se acerca una nueva ola desestabilizadora mundial (2009-2019). Esta ola de pérdida de democracia habría mostrado ya varios signos: acusaciones inequívocas de fraude electoral (Irán y Afganistán), aislamiento internacional de los gobiernos democráticamente elegidos (Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Franja de Ga­za), pseudos-elecciones para intentar edulcorar “golpes de mano blandos” (Honduras) y aceptación por la comunidad internacional de sistemas políticos devenidos en meros gobiernos autocráticos (Bielorrusia, Georgia y Rusia). Así pues, estaríamos en vísperas de la irrupción en el escenario geopolítico de la nueva ola desestabilizadora mundial originada por el ocaso de la economía global; la pérdida de credibilidad democrática de incontables gobiernos de países del Tercer Mundo; el declive de EE UU como primera potencia mundial y la irrupción de nuevos actores en el marco geopolítico mundial como China. Rusia, India y Brasil, que tendrían a Honduras, Paraguay, Grecia, Turquía, Egipto, Afganistán y Paquistán como paradigmas de los llamados golpes virtuales o postmodernos que protagonizarán la próxima década en el nuevo escenario geopolítico mundial. Y. además, un posible fracaso del proyecto europeo y desmembramiento del Euro. Lógicamente, estos ciclos tienen mucho que ver con las crisis económicas. Las crisis crean carestía y pobreza y las guerras pueden ser usadas como políticas anti-crisis. Existen varias causas de la Primera Guerra Mundial, al margen del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, que más bien fue un pretexto. Causas sobre todo de intereses económicos, comerciales, imperialistas y colonialistas. Por citar un ejemplo: África era una colonia repartida entre franceses e ingleses y al imperio alemán le resultaba inaceptable una situación así. En el fondo todo consistía en que el equilibrio de poderes estaba cambiando. En la actualidad, se está produciendo un proceso similar. Desde la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía internacional corresponde a EE UU. Sin embargo, el llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China) constituyen una potencia emergente con un crecimiento económico mucho mayor que EE UU, Europa y Japón. Estaría produciéndose, por tanto, un cambio en el peso específico de la economía mundial. Vamos a repasar los detalles. El gran gigante, EE UU, es el país más endeudado del mundo, aunque el significado práctico de esto es diferente para este país que para cualquier otro, porque se encuentra endeudado en la moneda nacional que él mismo crea y hace circular. Finalizada la II Guerra Mundial, durante los acuerdos de Bretton Woods (1944), se decidió que el dólar sería moneda internacional (y desvinculada del oro por Nixon en 1971, lo cual les confiere mayor libertad). Lógicamente, el único país que puede imprimir esta moneda es EE UU, lo cual le confiere una ventaja única sobre el resto de naciones, permitiendo endeudarse a niveles inaceptables para el resto de estados. El emisor del dólar estadounidense tiene un lugar natural para colocar sus dólares sin costo alguno, ahorrándose miles de millones en intereses que no tiene que pagar para colocar su moneda. Si necesitan pagar algo, imprimen más dólares estadounidenses y disponen de un mercado multinacional dispuesto a recibirlos. Como decíamos, EE UU es el país más endeudado del mundo, con una deuda privada de 16,8 billones de dólares (cada estadounidense cargaría con una media de 53.000 dólares). Por otro lado, China es el mayor poseedor de deuda americana, con 1,1 billones de dólares. De hecho, el 32% de la deuda americana está en manos extranjeras. Esto estaría muy bien si no fuera porque, en la última década, numerosos países están pidiendo un cambio en la moneda internacional. Las consecuencias de dicho vuelco serían: el fin de las ventajas económicas de EE UU, de su capacidad casi ilimitada de endeudamiento, su colapso y, sobre todo, una razón suficiente para hacer una guerra. EE UU puede ser "pobre", insoportable-mente endeudado... Pero está armado hasta los dientes.

LA GUERRA HACE BUENOS NEGOCIOS
Es cierto que, históricamente, la guerra ha sido una política anti-crisis: War is Good Business (La guerra es buena para el negocio), reza el dicho. La guerra funciona para reactivar la economía porque aumenta la demanda interna (en el fondo es lo opuesto a la austeridad que nos ahoga actualmente). El Estado se vuelca presupuestariamente en el reclutamiento y la fabricación de armamento, generando así un significativo impulso de la demanda agregada de la economía. El desempleo se resuelve rápidamente, en parte como consecuencia del reclutamiento militar y en parte por las necesidades de producción de las fábricas de armamento y demás suministros militares. Lógicamente, esto puede repercutir en un endeudamiento mayor. No obstante, quien logra la victoria acapara los botines de guerra. Si ganas la guerra, ésta te saca de la crisis. Para EE UU, debilitado económicamente y con una cultura productiva en declive, la amenaza constante de guerra sustenta el gasto militar. Y esta amenaza y el gasto militar poseen una dinámica diabólica, que tiende a autorrealizarse en la guerra real. Y, por mucho que los motivos que la causan se disfracen tras razones humanitarias o creencias religiosas, la guerra sólo busca una cosa: la hegemonía sobre los recursos (petróleo, gas, agua, etcétera). Ésta es la razón por las que hemos asistido a tantos conflictos bélicos protagonizados por EE UU en el siglo XX: Guerra del Golfo, Somalía, Haití, Bosnia-Herzegovina, Irak de nuevo, Afganistán, Yugoslavia, Libia... La guerra perma­nente como sinónimo de motor económico. Ya lo dijo Orwell: El acto esencial de la guerra es la destrucción, no forzosamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo humano. Después de una guerra, vienen jugosos contratos para la reconstrucción de las instalaciones arrasadas. Un ciclo completo. Ésta ha sido la forma de funcionar durante décadas. Llegados a este punto, cabría preguntarse por qué hace 70 años que no estalla una conflagración mundial. Analicemos las razones.

MÁS PODEROSAS QUE LOS ESTADOS
En 1939, cuando estalló la II Gran Guerra, los estados tenían un peso específico mucho mayor en la política internacional. Hoy en día existen lo que se llaman sociedades líquidas. Este concepto, introducido por el sociólogo Zyg­munt Bauman, subraya la nueva identidad que caracteriza a las sociedades modernas, más globales, más universales. Los nacionalismos acérrimos han ido desapareciendo. Se produjo la integración de la Unión Europea. Existen fuertes corrientes migratorias propiciadas por eso que llamamos aldea global. En definitiva: las mismas empresas representan idénticos intereses; no importa el país en que lo hagan. Si tomamos la lista de las 150 naciones más ricas del mundo, las 22 primeras son estados, pero a partir ese puesto empezamos a encontrar empresas: Walmart, Brítish Petroleum, Exxon Mobil, etc. O sea, muchas de estas empresas tienen más dinero la mayoría de países del mundo. Tienen poderosos intereses económicos y, a su vez, ejercen influencia sobre las políticas belicistas de los estados. Es curioso cómo, en cierto sentido, el capitalismo (porque destruye el estado y el nacionalismo) es quien nos previene de la guerra. Sin embargo, es evidente que existen guerras. Al margen de conflictos puntuales como el de Libia o Corea del Norte, la III Guerra Mundial podría tener otras formas, más etéreas, menos identificables con una guerra convencional. Situados en el contexto de este artículo, está claro que, tras la crisis económica y sistemática, los niveles de endeudamiento de los países (récords desde la II Guerra Mundial) y con un nuevo frente económico emergente (el BRIC), todo apunta a que habrá una reorganización. Una guerra, al menos de intereses. La III Gran Guerra, sin duda será una guerra sin trincheras. Existen diferentes escenarios donde podría estallar. Ya no va a producirse un conflicto nuclear a gran escala y habrá otro tipo de guerras de baja intensidad o subterráneas. Hablamos de la denominada “Guerra Moderna” o “guerra de cuarta generación”, un concepto muy distinto al de guerra total, como el de la II Gran Guerra, donde se movilizaron todos los recursos para llevarla a cabo. Esta guerra moderna, que no conduciría a la aniquilación mutua, comprende varios tipos: biológica, química, informática, psicológica, de la información, asimétrica, etc. Repasemos con más detalle.
En cuanto a la guerra informática, también llamada guerra digital o caber-guerra, consiste en considerar al ciberespacio como un campo de batalla. En el verano de 2011, el Pentágono creó un comando cibernético para militarizar el ciberespacio. Sin duda, es mucho más limpio, barato y discreto atacar la infraestructura informática del enemigo, mediante virus informáticos especialmente diseñados a tal efecto, que usar cualquier otro medio convencional. Un ataque de estas características -que necesita elevadísimos grados de conocimiento-, bien perpetrado, es un arma terrible. Por ejemplo, un virus podría infectar los programas de control y motorización de los sistemas hidrológicos de un país, abrir todas sus presas a la vez y, por consiguiente, provocar una enorme catástrofe humanitaria y económica. También podría suponer la fuga de datos sensibles. El siguiente ejemplo suena a ciencia ficción, pero es absolutamente real. En 2003, Taiwan sufrió un caber-ataque que dejó sin servicio a hospitales, la Bolsa y algunos sistemas de control de tráfico. El método es tan elegante que hasta es difícil saber quién ha sido el autor. Y existen más casos documentados de ataques: Estonia, 2007, medios de comunicación, bancos e instituciones gubernamentales sin servicio. Irán, 2010, las centrifugadoras del programa de enriquecimiento de uranio fueron atacadas por un potente virus llamado Stuxnet (posiblemente de diseño norteamericano).Y probablemente haya otros similares que no han trascendido a la opinión pública. La guerra informática es un peligro muy real. Un virus que apagase todas las centrales eléctricas de un país (o térmicas, nucleares, etc.), podría sumir en el caos a un estado.

GUERRAS INFORMATIVAS
En la era de las comunicaciones, la información también es un arma. Y, de hecho, es muy probable que este tipo de guerra esté sistematizado hoy en día. Las Operaciones de Información (Info Ops, en inglés) son una disciplina en evolución dentro del estamento militar. Se han desarrollado principalmente en EE UU, durante la década de 1990 y especialmente tras la experiencia adquirida en la Guerra del Golfo. Gracias al uso de los mass media u otro tipo de tecnologías modernas, se hace llegar información crítica e influyente para afectar percepcio­nes, manejar opiniones y controlar comportamientos. El objetivo: ganar los corazones y las mentes. Existen incluso operaciones de guerra psicológica a través de redes sociales, no sólo mediante la prensa, radio y televisión. El fin que se persigue es que la información que cualquier gobierno quiera filtrar venga encauzada por medios que sean aparentemente independientes, para evitar las sospechas ciudadanas. Y resulta utilísimo porque, bien usado, es posible poner a la opinión pública más reticente de tu lado, convenciéndola de prácticamente cualquier cosa. Además, es igualmente útil en el país que genera el ataque (por ejemplo, haciendo que tus conciudadanos apoyen una guerra) o en el receptor del mismo, creando una opinión contraria a sus líderes. ¿Recuerdan las imágenes de la caída de la estatua de Saddam Hussein el 9 de abril de 2003? Pues bien, se trató de una maniobra gestada por la unidad de operaciones psicológicas del ejército norteamericano (según publicó Los An­geles Times). Su objetivo: promover entre la opinión pública de la región invadida la falsa idea de una guerra de liberación. El método es tan eficaz que, buscando en Internet, aún hoy en­cuentras comentarios a la noticia como si ésta fuera genuina y producto de un acto improvisado. Como decía Winston Churchill, Los imperios del futuro serán los imperios de la mente”.
En 1998, como parte de los preparativos para un ataque militar contra Irak, se realizó una campaña para inclinar a la opinión pública en favor de la intervención militar. Se repitió constantemente que Saddam Hussein era un "lunático" y constituía una amenaza global. Para ilustrar este aspecto, el 10 de octubre de 1990, el congresista demócrata Tom Laníos (California) y el republicano John Porter (Illinois) organizaron una audiencia que tenía todo el aire de una función oficial del Congreso. Durante la misma, los norteamericanos asistieron al testimonio de una joven kuwaití, de 15 años, conocida como Nayirah. Antes, se anunció que no se iba a divulgar su apellido por temor a represalias contra su familia. Llorando a mares, Nayirah dijo que vio personalmente cómo los soldados ira­quíes sacaban bebés de las incubadoras...

MENTIRAS PUBLICITARIAS
Obviamente, el testimonio de Nayirah conmocionó a la opinión pública, justo en medio de una ola de grandes manifestaciones contra los preparativos de la guerra y cuando, de acuerdo a las encuestas, había una fuerte oposición a la misma. Desde aquel 10 de octubre hasta el inicio del conflicto, los medios repitieron como autómatas el cuento de los bebés sacados de las incubadoras. Sin embargo, según John Stauber y Sheldon Rampton, autores del libro Los residuos tóxicos son muy saludables: Mentiras, malditas mentiras y la industria publicitaria (1995), lo de las incubadoras lo inventaron creativos de HUÍ & Knowlton (H&K), la mayor compañía publicitaria del mundo por aquel entonces, que había sido contratada por el gobierno kuwaití. Pero, como comprobaron diligentemente Stauber y Rampton, la inocente Nayirah era, en realidad, miembro de la familia real ku­waití y fue convenientemente entrenada para contar aquella mentira en el Congreso...

CUANDO EL OPRESOR NO TIENE ROSTRO
¿Quién duda que la misma economía sea un ar­ma de destrucción masiva? Es curioso el papel que tienen las agencias de calificación nortea­mericanas. Cuestionadas por muchos econo­mistas debido a sus grandes errores (no supieron ver la caída de Lehman Brothers, a la que seguían calificando con una triple A pocas horas antes de su desplome), se duda y mucho de su cacareada independencia. ¿Independencia? Las tres grandes (Moody's, Standard&Poor's y Fítch) son norteamericanas. Esto último resulta más que llamativo. No en va­no, estas agencias vienen jugando un papel muy relevante en el fracaso del proyecto europeo. Cada vez que bajan la calificación, sube la prima de riesgo y los países pagan muchos millones de dinero extra para financiarse. ¿Necesita EE UU una Europa con el euro débil para que su dólar no pierda fuerza? Es una posibilidad. En cualquier caso, con Bruselas y el BCE, tenemos al enemigo en casa. Esto abre otro posible escenario en la mente de muchos. La III Guerra Mundial es una guerra asimétrica del capitalismo contra el individuo, ricos contra pobres. Vivimos en mitad de una cruda dictadura de mercado. No se puede derrocar al tirano porque este opresor no tiene rostro. Precisamente, el prestigioso economista Juan López Torres alerta de que la deuda se usa como guerra contra el individuo. López Torres subraya que la gran mayoría de países tienen un sobre-endeudamiento imposible de pagar, porque, entre otras cosas, no existe posibilidad alguna de que el sistema pueda absorber tales cifras. Aparentemente, es absurdo que los bancos y las entidades financieras acumulen esas deudas inmensas, pero Juan López Torres y el también economista Vicent Navarro sí entienden la lógica oculta: puesto que los bancos pueden crear deuda de la nada (les basta con realizar anotaciones contables), ese proceso les resulta sencillísimo. Sin embargo, esta deuda espontánea tiene intereses, esto es, dinero de verdad que pagamos a los bancos por dinero que ellos crean de la nada. Estos intereses son un retorno de ingresos impresionante para estos mismos bancos. Así pueden convertirse en los dueños del mundo sin necesidad de que se devuelva la totalidad de la deuda que han fabricado. La deuda es la esclavitud moderna. En un mundo sin guerra, quien va a pagar el gran déficit público y privado, somos tú y yo: esta es la gran Tercera Guerra Mundial. La guerra contra el individuo, contra los trabajadores, obligados a pagar los desmanes de las élites. Pero es mejor vivir esclavizado por la deuda a que haya una guerra de verdad... ¿o no?

LA ERA DE LAS GUERRAS PACTADAS
Al margen de las guerras de baja intensidad, lo cierto es que siempre salen noticias sobre conflictos bélicos. Ataque preventivo a Irán, conflicto en Libia, participación de Israel en este último, enfrentamientos en Líbano... Estos conflictos amenazan (especialmente los de Oriente Medio) con calentar la zona en una espiral de violencia que acabaría involucrando a la OTAN y a Rusia, y convertirse en una guerra global. Potencialmente, siempre parece haber una guerra mundial esperando. Pero, en la realidad, eso no ocurre. Los militares y estrategas son absolutamente conscientes de lo que se traen entre manos. Es seguro que muchas guerras están pactadas, de tal manera que los conflictos no proliferan libremente.
Miremos el caso de Corea del Norte. EE UU sabe bien que las declaraciones de ese país no están respaldadas por un poder militar tan fuerte como para llevar a cabo sus amenazas. Desde la década de 1950, Corea del Norte persigue re-unificar las dos Coreas. Ambas existen a consecuencia de un acuerdo entre la URSS y EE UU, quien ocupó la mitad sur. Las dos potencias se iban a retirar y permitir que el país se reunificara. Rusia lo hizo, EE UU no. Washing­ton mantuvo una fuerte presencia militar en esa zona, que continúa en nuestros días. Según un artículo de Christine Hong y Hyun Le publicado el 15 de febrero en Foreign Policy, “calificar a Corea del Norte como la principal amenaza para la seguridad de la región oculta la falsa naturaleza de la política del presidente Barack Obama”, pues el verdadero motivo no es otro que mantener su presencia militar en la región. Esos tambores de guerra son mera propaganda para auto-legitimar cualquier posible intervención. En esencia, son guerras ficticias. El caso de Siria es similar. Según The Sunday Times, en este país hay espías británicos y alemanes infiltrados, que ayudan a los sublevados a luchar contra el gobierno de Bashar al Assad, también presionado por Israel, con el apoyo de Obama. No son guerras, son operaciones donde las fuerzas son tan asimétricas que siempre prevalecen los intereses de Occidente. Puede que estos conflictos cuesten muchas vidas, pero, al final, lo que cuentan son los beneficios económicos y los réditos geopolíticos.


*Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez cociente.
*La guerra no se hace matando al adversario, sino minando y destruyendo su moral, y conversando la propia.
*Una vez eliminado la imposible, lo que queda; por improbable que parezca. Es la verdad.
[J§l].
MMXIII.
UNA MENTE ABIERTA PUEDE CAMBIAR EL MUNDO.



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