La Historia no contada

La Historia no contada
José Luis Rodríguez Pereiro

jueves, 28 de noviembre de 2013

¿DIVIDE Y VENCERÁS? LA CONTRAINSURGENCIA.

La contrainsurgencia:

Las técnicas de manipulación psicológica de la sociedad son casi tan antiguas como la humanidad misma. Los señores feudales, con el fin de preservar y consolidar su poder, siempre se valieron de los castigos y la tortura como agentes disuasorios del cambio. Incluso hace mil años, lo que ayudó a las clases dirigentes no fueron las técnicas per se, sino una deliberada aplicación de las mismas a modo de herramientas de la máxima “divide y vencerás. Por muy inhumana que pueda parecer una técnica en particular o una medida terapéutica, no es una acción encaminada a erradicar cualquier insurgente en sí misma. “La contrainsurgencia no puede desarrollarse apoyándose sólo en el terror; requiere una aplicación consciente y sistemática por parte de la clase dirigente o de sus víctimas”. Esto es exactamente lo que se consiguió con la transformación de la psicología y la psiquiatría en los años treinta.
“La primera aplicación masiva de la psicología como arma consciente tuvo lugar en la Alemania nazi, concreta-mente en la eugenesia, que se basó en las retrógradas fantasías "arias" y se impuso a una parte de la población. Si bien la causa y el desarrollo de la carnicería nazi tuvieron su origen en el desmoronamiento de la economía mundial, su forma concreta, la eugenesia, fue ideada por los teóricos y los técnicos preferidos de los nazis: los psiquiatra”.
Desde entonces, la “ciencia de la mente” se ha transformado en el arte de destruirla. Los enfoques legítimos, terapéuticos, han cedido el paso a una seudo-ciencia sobre la modificación de la conducta denominada “terapia de aversión”.
Esta transformación de la ciencia de la mente fue modelada por la guerra, la guerra del genocidio mental que libró la burguesía contra la clase trabajadora. La premisa esencial es que determinados tipos de instituciones “democráticas” representan un instrumento mucho más eficiente para la dictadura fascista que los modelos tradicionales, los claramente “autoritarios”. (Desde el gran fraude del petróleo y el lavado de cerebros, las ciencias de la psicología vienen siguiendo la ruta inicialmente dibujada en 1945 por el doctor John Rawlings Rees, gran maestro de la guerra psicológica contra la insurgencia, la transformación de la psiquiatría a través de la guerra). Rees pedía que se creasen “tropas de choque”; es decir, grupos de psiquiatras que desarrollaran métodos de control político que empujaran a la mayor parte de la población hacia la psicosis, empleando procedimientos de los llamados programas de modificación de la conducta. Proponía dicha medida para que la población se volviera sumisa al orden económico internacional que seguiría a la Segunda Guerra Mundial.
En 1945, Rees dijo: Si nos proponemos actuar a las claras y atacar los problemas sociales y nacionales de hoy, hemos de contar con tropas de choque, es decir, con psiquiatras que la psiquiatría basada únicamente en las instituciones no puede proporcionar. Debemos tener equipos de psiquiatras que puedan moverse y establecer contactos en determinadas áreas y en su zona particular.
La lógica de Rees es clara. Para lograr una verdadera salud mental se requiere una transformación completa de la sociedad de acuerdo con lo que propugna la selección racional. Pero, tal como se lamenta en su libro: “Muchos no lo ven del mismo modo, entre ellos la mayoría de los obreros, que tienen el convencimiento de que todo método de selección es un mecanismo por el cual el malvado capitalismo pretende hacer más rentable el trabajo de sus empleados. Y ése es un argumento muy difícil de rebatir”. Desde el punto de vista de Rees, esos opositores, junto con todo aquel que participe en “huelgas” o en “actividades subversivas”, son neuróticos que necesitan tratamiento urgente, pero que por desgracia son incapaces de ver que están enfermos. En ese mundo de neuróticos sin conciencia de serlo, la psiquiatría, el otro árbitro de la cordura, sólo puede ser ejercida por un consejo de sabios “de cada país, grupos de psiquiatras, relacionados entre sí”, preparados para hacer uso de todas sus armas e influencia para entrar “en el terreno de la política y del gobierno”.
Sólo una “conspiración de psiquiatras” (como decía Rees cuando hablaba de su “misión”) podría construir una sociedad “en la que sea posible que todos los grupos sociales reciban tratamiento cuando lo necesiten, aunque no lo deseen, sin necesidad de invocar la ley”. Para Rees, la construcción de ese consejo de sabios se convirtió en la “misión” de su vida. Tal como dice L. Marcus en su obra de investigación: “los métodos de Rees se apoyan, de manera total y consciente, en la destrucción de la vida mental de la sociedad mundial y en la marcha forzada hacia el sadismo universal”. En esto radica su afinidad: hombres como seres desprovistos de intelecto cuyas mentes, pueden manipularse y destruir.
Desde entonces, las diversas formas de guerra psicológica han constituido el rasgo característico de las actividades de un conjunto de centros de estudios de todo el mundo, relacionados entre sí, que trabajan como órganos de consultora y llevan a cabo encargos especiales. Organismos gubernamentales y grandes empresas, cuyos estudios de desarrollo y proyectos piloto tienen el claro objetivo de crear técnicas políticas de control social.
Cuando hablamos de guerra psicológica, con frecuencia hablamos de maneras de aterrorizar al enemigo; y para conseguirlo debemos entender la psique del enemigo, lo que le hace amar, odiar, luchar, huir. Dicho enemigo puede ser extranjero o no, puede tratarse de un ejército de hombres o de una masa enfurecida de trabajadores. Y a fin de encontrar el antídoto eficaz, se necesitan entender cómo reaccionará dicho enemigo en situaciones de estrés. ¿Luchará con mayor ahínco o simplemente se rendirá? ¿O se equivocará y le hará ganar la guerra al enemigo, por así decirlo? Los errores más costosos de las operaciones de guerra psicológica siempre son los que se cometen por desconocer la forma de pensar del enemigo. Esto implica que las “tropas de choque” que propone Rees deben tener un profundo conocimiento de la psicología humana, un conocimiento que en sí mismo es una especie de magia negra. Y dado que estamos hablando de una guerra de percepciones, de “maneras de ver el mundo”, es importante que los psicólogos, los psiquiatras, los sociólogos y los antro­pólogos, esos hombrecillos grises sin identificar, vestidos con trajes de franela, que trabajan, comprendan el impacto del arte, la música, la literatura y otras expresiones culturales, y la manera en que dichas formas de expresión representan el modo de ver el mundo.
Y con el tiempo surgirá la tentación de poner a prueba algunos de estos principios en la población de nuestro país. Al fin y al cabo, ¿con qué forma de pensar vamos a sentirnos más familiarizados, si no es con la nuestra? ¿Qué mejor sitio para poner a prueba las nuevas teorías de la guerra psicológica que nuestra población? Como dijo Rees en 1945: “Las guerras no se ganan matando al adversario, sino minando o destruyendo su moral y conservando la propia”.
Una de las personas clave que practicaron las técnicas de modificación de la conducta fue Kurt Lewin. Lewin fue el padre de la dinámica de grupos y uno de los primeros expertos que reclutó Rees. Comenzó su trayectoria profesional en la Universidad de Cornell, donde trabajó en una serie de sistemáticos estudios sobre el “efecto de la presión social en los hábitos de la alimentación de los niños”. Llegó a Estados Unidos en 1933, en calidad de refugiado de la Alemania nazi.
Al igual que otros muchos intelectuales alemanes, se vio obligado a abandonar su país no por diferencias políticas, sino como víctima del antisemitismo hitleriano. De hecho, Lewin es famoso por haber perfeccionado la técnica del “grupo carente de líder” formulada por los nazis y por haberla transformado en una sofisticada herramienta de la contrainsurgencia. Una de las facetas menos conocidas del trabajo de Lewin es la relativa a los programas de la guerra psicológica, sobre todo su empeño en mostrar la relación existente entre la guerra psicológica, el establecimiento de objetivos, las operaciones sobre el terreno y el reconocimiento de la situación. Su primer trabajo fue el de utilizar la “toma de decisiones en grupo” para cambiar las preferencias alimentarías y pasar de la “carne” al “pan integral” como sustituto.
El siguiente pasaje de su libro Time Perspective and Morale {La perspectiva temporal y la moral} ilustra de qué manera entendía él la guerra psicológica: Una de las técnicas principales para destruir la moral por medio de una "estrategia de terror" consiste exactamente en la táctica siguiente: que la persona no sepa con claridad en qué posición se encuentra ni qué puede esperar. Si, además, se confunde su "estructura cognitiva" sobre dicha posición mediante decisiones poco claras en cuanto a tomar medidas disciplinarias severas o proporcionar un trato amable, junto con la propagación de noticias contra­dictorias, es posible que la persona llegue a no saber siquiera si un plan en particular va a acercarla o alejarla de su objetivo. En esas circunstancias, hasta las personas que tienen objetivos claros y están dispuestas a correr riesgos quedarán paraliza­das por un grave conflicto interno respecto de lo que deben hacer.
La propuesta más significativa que hizo Lewin en el período de la Segunda Guerra Mundial y durante la etapa que siguió fue su concepción del “fascismo de rostro democrático”. El rasgo psicopatológico que tienen en común todas las reivindicaciones fascistas es el infantilismo, que se define por sus intentos de imponer el principio de la familia autónoma ampliada y de ignorar la realidad del mundo exterior. Por ejemplo, “nacionalismo” (madre patria), “racismo” (madre), “grupo de idioma” (lengua materna), “grupo de afinidad cultural” (tradiciones familiares), “comunidad” (familia ampliada, vecindario).
Lewin fue el primero en darse cuenta, mediante la atenta observación de los sujetos estudiados, de que la imposición de formas de organización en grupos pequeños y “reformas estructurales” corporativistas características del fascismo podrían inducir a una ideología fascista en una población dada.
En una sociedad sensata y moral, las propuestas de Lewin servirían de papel higiénico y el propio Lewin habría sido encerrado y recibido atención psiquiátrica. Sin embargo, le dieron un montón de dinero, la ciudadanía estadounidense y una beca de los Rockefeller para que ideara proyectos de ingeniería social.
Lewin propuso que mediante el uso de técnicas de lavado de cerebro destinadas a “grupos pequeños”, se podría establecer una forma de dictadura fascista más eficiente. (El número y la notoriedad de una horda de agentes autoritarios, propia del régimen nazi, podría reducirse si se crearan pequeños "grupos comunitarios" que se administrasen solos. Ellos mismos consideran que existen gracias a la capacidad que tienen como personas para influir en la conducta de quienes se encuentran en su entorno inmediato). El resultado, pensaba Lewin, sería una forma de fascismo más eficiente, que tendría la apariencia de una democracia especial. En otras palabras: (Si el mundo atomizado de la persona se transforma en un entorno controlado de acuerdo a esas "reformas estructurales" fascistas, la mente de la víctima descubrirá que sólo su potencial yo paranoico le proporciona el medio para estar en concordancia con dicho entorno controlado). Es decir, el fascismo es el mundo deseado que aparece en los sueños paranoicos del inconsciente.
Lo que resulta innegable es que Rees realmente organizó un consejo de sabios cuya misión era reunir a (quienes están intentando "restablecer" el mundo) tras la guerra. Dada la formación militar, psiquiátrica y de otro tipo que poseía los cuadros fascistas del núcleo duro, el establecimiento de un orden político fascista se llevaría a cabo, según el modelo de Rees-Lewin, siguiendo los pasos que se indican a continuación:
Desmantelar las instituciones democrático-constitucionales existentes. Las fuerzas militares y policiales se reorganizarían para la “acción civil”, tal como ocurre actualmente en Estados Unidos. Una de las medidas menos conocidas que está considerando el Gobierno es la sustitución de las fuerzas
policiales ordinarias, tanto locales como nacionales, por una fuerza policial nacional de contrainsurgencia que siga el modelo de la GESTAPO de Hitler, como la Real Policía Montada de Canadá. Al mismo tiempo, los organismos públicos existentes serían destruidos por una insurgencia organizada de manera “espontánea”. Se emplearían grupos de “control de las comunidades locales” para destruir instituciones políticas de base amplia. Entre los reclutados para ejercer un control fascista de las comunidades, las pandillas y las contra-pandillas callejeras se encargarían de propagar la delincuencia y los enfrentamientos violentos entre ellos, ambos bajo el control y la dirección de operativos de inteligencia ocultos. Esta insurgencia programada de pandillas y contra pandillas, mezclada con ciertas dosis de bandas terroristas controladas por la Policía, crean el caldo de cultivo para que la mayoría de la población tolere de mejor grado e incluso exija más participación y contundencia del gobierno militar y policial, creando así el régimen fascista “democrático” que se pretende. Eliminar mediante la subversión, el asesinato, la intervención militar, los embargos o las revueltas populares y “espontáneas” el régimen que ya no resulta útil y nombrar un gobierno civil “democrático”. Este gobierno democrático sólo podrá funcionar dentro de los límites definidos por los representantes de los organismos supranacionales. Los temas concretos tendentes al establecimiento de un “fascismo de rostro democrático” son los siguientes:
1. “Estudios psicológicos de la población de la zona”. Durante la Segunda Guerra Mundial, los servicios angloamericanos de guerra psicológica llevaron a cabo una serie de estudios de un número concreto de susceptibilidades neuróticas de diversas culturas nacionales. El más famoso de todos fue el denominado “Estudio del Bombardeo Estratégico”. Se concibió como base para coordinar el bombardeo de Alemania por parte de los aliados, a través de la propaganda y otras campañas de guerra psicológica destinadas a minar la moral de diversos sectores de la población del Tercer Reich, y fue el precursor de la “Operación Phoenix” contra Vietnam dirigida por la CÍA, una operación de genocidio llevada a cabo en Vietnam del Sur contra quienes apoyaban al Vietcong. En pocas palabras, el “Estudio del Bombardeo Estratégico” definió cuáles eran los mejores métodos para destruir la moral de la población civil con el menor coste posible.
2. Los medios de comunicación. El empleo de importantes medios de comunicación y de medios culturales como instrumentos para inducir a las pretendidas formas de locura social en grandes poblaciones. En general, cuando se controlan las políticas de la prensa, el sesgo de la información relativa a los asuntos nacionales e internacionales, las agencias de prensa más importantes y los principales medios de comunicación de masas determinan qué ha de saber la población y qué ha de considerar creíble. El falseamiento deliberado y habitual de la información consigue “insensibilizar” a la población, haciendo que la interpretación, socialmente aceptada, de las relaciones causa-efecto viole la interpretación racional y sensorial de la experiencia. A esto se suma también la introducción ex profeso de material psicológico subliminal, cuyo efecto predeterminado es el de acentuar los impulsos infantiles en determinados sectores de la población; tales como relatos (de interés humano), que resultan relativamente más gratificantes para los impulsos infantiles, que restan énfasis a una visión racional y científica.
Control de las comunidades locales. (El objeto del "control de las comunidades locales" como táctica fascista de contrainsurgencia es fragmentar a la población objeto en agrupaciones políticas relativamente herméticas), reduciendo las diferencias de dichos grupos al separarlos por raza, sexo, lengua materna, cultura, país de procedencia, aficiones, edad y vecindario. Hacer que los grupos compitan unos con otros en circunstancias de austeridad general es una eficaz técnica que utilizó Lewin para inducir al lavado de cerebro en dichos grupos y a un progresivo deterioro psicológico que desembocara en perversas seudo familias polimórficas y en una clara psicosis clínica.
(El primer grado de lavado de cerebro se consigue poniendo la "autonomía de la comunidad local" en principio en contra de la tecnología de los "grandes negocios" y de programas progresistas), cuya finalidad es mejorar la vida de las personas que están dentro de esa comunidad. (Los programas que ponen énfasis en los avances tecnológicos son acusados de ser esfuerzos de "grupos elitistas externos" que pretenden inter­ferir en los asuntos autonómicos del grupo local). A esas alturas, el “grupo comunitario” ya se ha vuelto funcionalmente semi sicótico y clínica-mente paranoico como grupo. Hasta el punto de que los miembros restringen su identidad social a lo que ocurre dentro de ese grupo, el esfuerzo que hacen para adaptarse a los ideales del grupo induce a un correspondiente estado patológico de dichos miembros.
“Al hacer que dichos grupos compitan entre sí y se separen por sexo, razas, ingresos económicos, etcétera, se intensifica la paranoia y aumenta el movimiento que conduce a un estado semi sicótico”, a medida que los subgrupos de esa comunidad, cada vez más pequeños, se ven enfrentados unos a otros en abierta hostilidad.
3. La aplicación a “grupos carentes de líder” de técnicas de lavado de cerebro para pequeños grupos con una tarea en común. Estos grupos funcionan en un entorno donde los ingresos reales se han reducido y las condiciones de trabajo se han degradado. En situaciones de estrechez económica, el lavado de cerebro consiste en obligar a los trabajadores a compensar una parte de los ingresos perdidos acelerando con ingenio el ritmo de trabajo. Formando a los empleados y desempleados, implantando programas de recolocación a gran escala, introduciendo “incentivos en grupos de trabajo” y haciendo que compitan entre ellos, se transforma un equipo pequeño de producción en un grupo que puede lavarse el cerebro a sí mis­mo. “En estas circunstancias, la semi psicosis y la psicosis hacen que el grupo consiga "voluntariamente" aumentar la productividad de un modo que no se habría conseguido imponiéndoselos por la fuerza. Los miembros de esos equipos sin líder y que se han lavado el cerebro a sí mismos emulan el síndrome del "caballo de carreras", que consiste en correr, llevado por la histeria, a un ritmo que resulta literalmente suicida.

*Los imperios del futuro serán los imperios de la mente.
*Cuando algo se inventa ha de partirse de cierta base real.
*Nadie es más esclavo, que aquel que se cree LIBRE.

[J§l].
MMXIII.
UNA MENTE NUBLADA NO PUEDE VER.



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