La Historia no contada

La Historia no contada
José Luis Rodríguez Pereiro

jueves, 10 de octubre de 2013

¿MANIPULACIÓN MENTAL?


¿Es posible borrar recuerdos e implantar otros nuevos?:

De todos los enigmas que nos rodean, nosotros mismos somos, en realidad, el más profundo y fascinante de ellos. No se nos ocurre una suerte de manipulación más perversa que esta: que alguien borre nuestros recuerdos y nos inserte unos nuevos, que nunca se produjeron. ¿Es esto posible?
A mediados del siglo XIX hubo un caso que revolucionó por completo la com­prensión de la mente humana. Fue prota­gonizado, sin desearlo, por un ferroviario norteamericano llamado Phineas Gage. Su nombre, hoy, es mítico en el campo de la psi­quiatría y la psicología. En 1848 Gage tenía 25 años y estaba traba­jando como capataz en la construcción del ferrocarril en el estado de Vermont (noreste de Estados Unidos). Durante la voladura de una roca, una barra de hierro salió disparada e impactó contra su rostro. El metal atravesó su cráneo desde la mejilla izquierda, saliendo por el lado contrario de su cabeza y atrave­sando su córtex anterior. Lo normal es que Gage hubiera muerto en el acto. Pero no fue así. De hecho, solo tardó dos meses en recuperarse de sus heridas. Algo que, de por sí, podría estar en los anales de la medicina, pero que no es nada en compa­ración con lo que sucedió después. De ser un hombre prudente, equilibrado y amante de su esposa, pasó a transformarse en alguien poco equilibrado, agresivo e incluso insultan­te en el trato.
Su mujer lo abandonó, perdió su empleo y acabó trabajando como feriante hasta su muerte, a la temprana edad de 38 años. Para él, aquel suceso destruyó su vida. Pero para la medicina supuso una revolución. Quedaba patente que la personalidad no se halla en el alma, si es que existe, sino en el cerebro. El accidente de Gage cambió por completo su comportamiento, demostrando que este tiene una base puramente biológica.
Control mental:
Phineas Gage abrió un nuevo horizonte. Si el ser humano es una "máquina biológica" que incluye a su cerebro, debe existir la po­sibilidad de manipularlo y controlarlo. Así lo demostró en la práctica un científico español que trabajó para el Gobierno de Estados Uni­dos en programas secretos de la CÍA: el doc­tor José Manuel Rodríguez Delgado. A él se debe el descubrimiento del stimoceiver, un dispositivo electrónico que, implantando en el cerebro, permite influir en el comportamien­to. Rodríguez Delgado afirmó que, aunque fuera algo triste, es posible controlar la con­ducta de un ser humano como si se tratara de un juguete accionado por control remoto. El eminente fisiólogo un tanto frankensteiniano, se dedicó a de­sarrollar un microchip autónomo para ser implantado en el cerebro, y llegó a proponer ante el Congreso de Estados Unidos en los años 70 del siglo pasado que este fuera de uso obligatorio para todos los ciudadanos. Un me­dio, explicó, de controlar a la población. Según muchos investigadores, este micro­chip es una realidad desde hace algunos años; puede inyectarse en la médula ósea y auto implantarse en la base del cerebro. Si es así, se trata del mayor ataque a la liber­tad individual que podemos concebir, ya que anula la independencia mental. Ni siquiera Jean Paúl Sartre podría ser libre en esa cár­cel interior que lleva hasta las últimas con­secuencias las ideas expuestas en el libro 1.984 de Georges Orwell.
Control mediante sustancias químicas y campos electromagnéticos:
Según el eminente psicólogo Manuel Martín Loeches, profesor de Psicobiología y Neuro-ciencia cognitiva en la Universidad Complu­tense de Madrid, el cerebro humano es un sis­tema electroquímico que funciona como una auténtica máquina. Las neuronas se comuni­can entre ellas mediante procesos químicos, y dentro de las neuronas la transmisión se efectúa mediante corrientes eléctricas. Eso es todo, sin que se necesite una realidad espiri­tual o inmaterial para generar la mente. En este marco puramente materialista, el con­trol mental es posible, pero con ciertos ma­tices. Martín Loeches no cree que se pueda lograr una anulación completa de la voluntad hasta el punto de dominarla. Pero sí influen­ciar a una persona con campos electromag­néticos o sustancias químicas. Es el caso del la escopolamina, que se empleaba antes del la aparición del pentotal sódico como "suero I de la verdad". Este alcaloide, que se extrae del diversas plantas, puede inhibir la voluntad del un individuo y convertirlo en una especie de autómata, llegando a borrar los recuerdos de lo que ha hecho bajo su influencia. También se han relacionado muy conspiranoicamente, la verdad las antenas del programa HAARP, con un intento de las autoridades norteamericanas para contro­lar en secreto la mente de los ciudadanos.
La memoria:
Hay quienes creen que nuestra identidad se fundamenta esencialmente en la memoria. Quiénes somos no puede concebirse de un modo ajeno a nuestros recuerdos, acumulados a lo largo de la vida. Cuando una persona sufre amnesia severa, su "yo" sigue existiendo, pero su identidad desaparece en cierta medi­da. Aunque lo curioso es que algunos recuer­dos persisten. Ello se debe a que hay dos cla­ses de memoria: la declarativa, o explícita, y la procedimental, o implícita. La primera englo­ba los recuerdos de las vivencias y experien­cias personales, y también los conocimientos generales, como hablar en un cierto idioma. La segunda se refiere a las habilidades adqui­ridas, como andar, usar un tenedor o tocar el piano.
Por eso es común que una persona que ha olvidado su propio nombre o el rostro de su pareja sea capaz, sin embargo, de conducir un coche o utilizar un ordenador. Y aquí está la clave en la manipulación de los recuerdos. Según Elizabeth Loftus, una prestigiosa psicóloga norteamericana, profesora en la Uni­versidad de California (EE.UU.), los recuerdos son moldeables. Varían a lo largo del tiempo a medida que los evocamos y adquieren nue­vos matices que tienen que ver con nuestra mentalidad o conjunto de valores actuales. Esto permite que se puedan alterar, falsificar e incluso borrar, y en ocasiones sin permiso o intervención directa del sujeto. Loftus ha demostrado experimentalmente que ello es posible, y no solo en niños, cuyas men­tes son más fáciles de "asaltar". En los años 90 del pasado siglo se llevó a cabo una experien­cia que pretendía introducir en la mente de varios sujetos un falso recuerdo, para demos­trar la conveniencia de que los investigado­res criminales (por ejemplo, en juicios sobre abuso sexual) eviten el empleo de la sugestión en los interrogatorios. La base de trabajo eran conocimientos ajenos al recuerdo, desde ca­sos ocurridos a otras personas hasta noticias o películas de ficción, y siempre evocando sen­saciones como el tacto o el olfato. El resultado fue que el falso recuerdo se gene­ró en las mentes de los sujetos como si fuera completamente auténtico e indistinguible de la realidad. En este caso, fue un recuerdo "inocente": Bugs Bunny en Disneylandia. Algo no solo falso, sino imposible, ya que el simpático conejo pertenece a la compañía de los hermanos Warner, y no a la multinacional; fundada por Walt Disney.
El caso demianiuk:
Iván Demianiuk (o John Demjanjuk, desde que obtuvo la nacionalidad estadounidense) apodado Iván el Terrible, fue un ucraniano que participó con los nazis en la muerte de casi 28.000 personas en el campo de exterminio polaco de Sobibor. Detenido en los años 80, se le sometió a un juicio en Israel se le declaró culpable y se le condenó a morir en la horca... Pero las cosas no quedaron del todo claras. Por eso, la Corte Suprema de Israel anuló la sentencia. Demianiuk había sido nazi, pero sus recuerdos no eran del todo coherentes y, además, se demostró que su verdadero apellido era Marchenko.
La posibilidad de que este hombre hubiera "inventado" sus recuerdos de un modo inconsciente está ahí. Es obvio que su frialdad y falta de arrepentimiento dejaron patente que se trataba de un ser sin escrúpulo que muy bien hubiera sido capaz de protagonizar los terribles crímenes que se le imputaban. Pero el hecho es que, con casi completa seguridad, no los protagonizó. Su mente creó falsos recuerdos, quizá por un reprimido sentimiento de culpa cuya no exteriorización formaba parte de su deseo de expiar su perversidad.
En   un   sentido   general,   resulta   bastante obvio que no hay mejor culpable de un crimen que el ciudadano honesto que de pronto, recuerda haberlo cometido y no es capaz de negarlo. Se trata de emplear  técnicas psicológicas, como la hipnosis, en combinación con sustancias químicas. La conclusión inquietante es que nuestra mente es totalmente manipulable.
Las caras de la hipnosis:
Esta controvertida técnica siempre ha estado rodeada de un halo de misterio, quizá porque muchos expertos e investigadores no se atreven a hablar de ella a las claras. Por alguna razón, muchas personas creen que la hipnosis es un mito. Nada más equivocado. La hipnosis pertenece al campo de la psicología científica Por tanto, es una realidad que ha demostrado su validez empírica a lo largo de décadas que hoy se utiliza para incrementar la eficacia de numerosos tratamientos médicos y psicológicos (vencer el miedo a volar, superar tabaquismo, como anestesia psicológica, etc.).
Lo que sí es un mito es que la hipnosis im­plique necesariamente una especie de esta­do de relajación próximo al sueño, o que se practique en lugares oscuros y con los ojos cerrados (lo cual es solo una de las muchas formas de inducir el estado hipnótico). Existe una variante muy distinta, llamada "hipnosis despierta", en la cual la persona se mantiene alerta, activa y con los ojos abiertos.
¿De qué es capaz la hipnosis?:
Como procedimiento psicológico, la hipnosis es capaz de lograr que una persona experimente cambios en sus sensaciones, percep­ciones, pensamientos o conducta. Aun así, el estado hipnótico no puede sumirla en un "trance" permanente, ni tampoco anular el control sobre su voluntad. La hipnosis permite aumentar el autocontrol y la concentración, así como hacer aflorar antiguos recuerdos a través de la regresión, aumentar la emotividad, mejorar la imagina­ción, recrear procesos y fenómenos, adoptar un rol determinado e implicarse en él hasta el extremo de actuar como si fuese real. Aunque queda mucho por investigar acerca de la hipnosis, esta ofrece muchas posibilidades (grandes beneficios y grandes peligros). Su uso casi nunca entraña el menor riesgo para el orden y la salud mental. Casi nunca.
Toda la información que recibimos, las ideas que nos llegan, lo que aprendemos, influye en nuestra mente. Nadie es libre por completo de pensar lo que quiera, porque todos los pensamientos tienen que ver con nuestras experiencias y nuestra estructura mental. Los psicólogos admiten que el control directo de la mente es posible, aunque con matices, ya que no creen en la anulación completa de la voluntad. Al ser el cerebro las investigaciones que pretenden lograrlo son de alto secreto.

¿EN LA ACTUALIDAD?:
Las investigaciones científicas que se llevan desde hace décadas en Ingla­terra, este país con Estados Unidos son los centros mundiales del lavado de cerebros en masa y de la ingeniería social. Allí creció una compleja or­ganización que habría de dar forma al destino del planeta en­tero, al tiempo que cambiaría el paradigma de la sociedad mo­derna.
Los métodos de lavado de cerebro y guerra psicológica que se están adaptando, en este preciso momento, con la intención de aplicarlos a proyectos de ingeniería social a gran escala.
Se trata de la “Conspiración de Acuario”, nombre que se dan a sí mismos los lava cerebros y que hace referencia a un estudio supersecreto llevado a cabo en 1974 en el Instituto de Investigación de Stanford, titulado “Cambiar las imágenes del hombre”. El lavado de cerebros depende de la ignorancia de las víctimas. Está en todas partes. Todos percibimos la desintegración de nuestras naciones en el día a día, en las experiencias personales. Sin em­bargo, no se trata de una coincidencia. Ni de un accidente. Lo que estamos presenciando es la desintegración de la economía mundial, planificada por las personas más poderosas del mundo. Aparte de sentir indignación y rabia, usted llegará tarde o temprano a la conclusión de que se trata del declive moral, material, cultu­ral e intelectual que todos los días presenciamos en el mundo entero; sumidos en la impotencia, no accidental. No es Dios quien nos castiga por lo que hacemos mal en la Tierra, sino una crisis social inducida expresamente.
Repito que esto no es una prueba. Esto es real, y lo que está en juego es el futuro de nuestro planeta. Toda clase de de­generación musical es un producto fabricado por orden de un laboratorio, todo ecologista a quien no hayan lavado el cere­bro ha logrado huir de un laboratorio de ingeniería social. Todo drogadicto es un producto secundario de una política gubernamental de futuro, cuyo objetivo final es la destruc­ción del espíritu humano y la degradación del hombre. To­dos los defensores a ultranza del yoga, de la meditación tras­cendental, de la telekinesia, del radicalismo de izquierda y de derecha, de la educación de la sensibilidad bahái y de la percep­ción extra-sensorial, de la conciencia cósmica, de la aberración que supone la Nueva Era o New Age, de las chemtrails, todos los seguidores de las experiencias cósmicas y quienes creen en la “concienciación” forman parte de una conspiración única, centralizada y coherente, surgida de algún proyecto patrocinado por un gobierno y financiado por una funda­ción.
En el mundo del humo y de los espejos no hay casualida­des, coincidencias ni accidentes.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra estuvo el cuartel general de la Oficina de Guerra Psicológica, por medio de lo que disponía la Ejecutiva de Operaciones Especiales, también dictaba la política que ha­bían de seguir las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en lo referente a la guerra psicológica.
¡Mire a su alrededor! A consecuencia de un ataque frontal a nuestro futuro, perpetrado por los más destacados sociólogos e ingenieros conductuales de todo el mundo, se rompieron las anclas que sujetaban la intención moral de las naciones. Noso­tros, el pueblo, hemos sucumbido a una irracional indiferencia hacia lo moral. No se confunda, todo lo que ha habido desde la Nueva Izquierda hasta el Watergate, Vietnam, los Papeles del Pentágono, el movimiento hippie, el movimiento contra la guerra y la contracultura de las drogas y el rock, han sido asimismo proyectos de ingeniería social planificados de antemano.
Repito, lo que se ataca no son solamente nuestros derechos individuales, sino más bien la institución misma de la repúbli­ca “estado-nación”, partiendo del mastodóntico programa de ingeniería social ideado por los oligarcas y llevado a la práctica, integrada por centros de psi­cología social aplicada y de ingeniería social que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial. Dichos grupos nos ven y ven los principios de los estados-nación como claros enemigos filosóficos.
Esta monstruosa maquinaria del mal está compuesta por algunos de los centros más prestigiosos del mundo, dedicados a la investigación y al estudio.
Se ha creado la pri­mera escuela para graduados a jornada completa de la Era de Acuario, para ejecutivos de alto nivel de las quinientas empre­sas que figuran en la revista Fortune, donde se enseña cómo modificar la conducta. Zombis humanos en puestos de alta di­rección que nos conducirán a la Nueva Edad Media de la con­ciencia trascendental. Dos son los objetivos. El primero, alcan­zar los cambios necesarios en Estados Unidos; y el segundo, el orden mundial.
En los últimos cincuenta años, el Gobierno de Estados Unidos, con la ayuda secreta de centros de estudios y funda­ciones, ha destinado decenas de miles de millones de dólares a financiar la labor de dichos grupos.
Todos los aspectos de la vida psicológica y mental de la población mundial fueron definidos, registrados y archivados en sistemas informáticos. Los grupos de sociólogos, psicólo­gos, psiquiatras, antropólogos, centros de estudios y funda­ciones, que trabajan en estrecha colaboración unos con otros, están presididos por una élite integrada por poderosos miem­bros de la oligarquía. El lector podría preguntar: ¿Cuál es el propósito de esas modificaciones de la conducta? Implan­tar cambios forzados en nuestro modo de vida, sin nuestro consentimiento y sin que sepamos siquiera lo que nos está su­cediendo. El objetivo último es extirpar por completo el senti­do de “identidad” del ser humano, arrancarle el alma y sustituirla después por una seudo-alma artificial, sintética. Sin embargo, para poder cambiar la conducta de los seres huma­nos, apartarla de la producción industrial y conducirla hacia el espiritualismo, y para hacernos entrar voluntariamente en el mundo de la era pos-industrial de crecimiento cero y progreso cero, es necesario forzar un cambio de la imagen que tiene el ser humano de sí mismo, del concepto fundamental de lo que somos. Así pues, hay que buscar la imagen del hombre que re­sulte apropiada a esa nueva era, hay que sintetizarla y a conti­nuación conectarla al cerebro de la humanidad.
El gobierno totalitario no es el único parámetro del totali­tarismo. El poder ilimitado también procede de un “centro omnipresente”. En el nuevo movimiento totalitario, esta fuer­za directriz omnipresente se comunica por medio de la modi­ficación de la conducta y el cambio de identidad, que son los nodos dominantes del sistema.
El terror psicológico no es la esencia, sino el signo de pun­tuación de lo que significa el nuevo totalitarismo. El secreto del éxito del movimiento radica en el poder del dinero y del consu­mo, porque elude hacerse responsable de los fallos del mismo. Los prescritos fracasos del mercado de Wall Street en proteger a las empresas se atribuyen, en cambio, a fuerzas trascendenta­les de la “mano invisible”, que castiga a las empresas por los presuntos pecados cometidos contra las “leyes del mercado”. De este modo, cuando suceden catástrofes, que castigan cada vez más a la mayor parte del mundo, se echa la culpa a las pro­pias víctimas de las privaciones, la miseria y la opresión que sufren. Se trata de un método de gobierno mucho más eficaz que el terror por la fuerza, más descarado, que expone al siste­ma a otra forma de resistencia.
Tener a la mayoría en un estado continuo de ansiedad inte­rior funciona, porque se obliga a las personas a que estén de­masiado ocupadas en asegurarse su propia supervivencia o a competir por ella para colaborar en la construcción de una reac­ción eficaz.
En la década anterior, se mantuvo a la población mundial en un permanente estado de inestabilidad a través de conti­nuas debacles económicas y decretos de comercio transnacio­nal, que vaciaron las arcas nacionales y anularon el derecho a la autodeterminación de los países. Las poblaciones se han vis­to tan abrumadas por el constante avance de la monstruosa maquinaria, de las crisis económicas y medioambientales, que la práctica universal de crear inseguridad ha dejado a las ma­yorías sociales paralizadas por un terror de baja intensidad. Condición necesaria para que un movimiento totalitario con­tinúe avanzando, porque su modus operandi consiste en tener a sus súbditos en perpetuo desequilibrio.
En épocas anteriores, hemos visto cómo se tomaban medi­das draconianas de alcance nacional, pero nunca una agresión semejante a los derechos de las personas y a las normas demo­cráticas. Cada medida nueva, en sí misma, puede parecer una aberración; pero una serie completa de cambios que constituye un giro brusco hacia la escla­vitud. El poder total es un correlato supra-terrestre del poder mundial, que no es capaz de concebir límites para sí mismo.

¿COMO REFLEXIÓN?:
Tenemos que superar muchos retos. Cuando se desvelan los datos, cuando se ponen las pruebas encima de la mesa, cuando desenmascarados y despo­jados, y sus acciones se han expuesto a la vista de todo el mun­do, no creer que pueda ser real una con­fabulación tan monstruosa y aplastante..., hasta que ya es de­masiado tarde. ¡Queda usted advertido!
Nos encontramos en una encrucijada. Y del camino que tomemos ahora dependerá que vivamos en el siglo XXI como repúblicas de estados-nación o como un montón de esclavos subyugados, diezmados y deshumanizados.
Estamos luchando contra el esfuerzo aunado de algunas de las perso­nas más brillantes de la historia, que conspiran contra noso­tros con el fin de controlarnos. Pero la voluntad del ser humano es inmortal. Los tiranos mataron a cientos de millones de per­sonas y, sin embargo, los pueblos lucharon y acabaron consiguiendo la libertad. La libertad estimula el alma humana; el miedo la paraliza. En medio de la ensordecedora cacofonía del silencio patriótico, las voces insurgentes reclaman atención. La inmortalidad tiene su base moral en la verdad y la incorruptibilidad. Se merece que se le dé todo el respaldo posible. Se merece que se luche y se muera por ella.
Por último, la historia enseña por analogía, no por identi­dad. La experiencia histórica no consiste en quedarse en el presente y volver la vista al pasado, sino en regresar al pasado y volver después al presente con una más amplia y profunda conciencia de las restricciones de que adolecía nuestro ante­rior punto de vista.
Murió la verdad. ¿Es ésa la alternativa? El hombre prevenido vale por dos. No compete a Dios salvarnos, sino a nosotros mismos. Jamás encontraremos las respuestas correctas si no somos capaces de formular las preguntas adecuadas.

*La libertad significa: en la filosofía, la razón. En el arte: la inspiración. En la política, el derecho.
*La libertad significa responsabilidad; por eso, la mayoría de los hombres le tienen tanto miedo.

*Si la libertad significa algo, será, sobre todo. El derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír.

[J§l].
MMXIII.
Las cadenas que mas oprimen son la que menos pesan.

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