Antecedentes:
En Noviembre de 2.007,
cuando se hace público los datos que proporciona la
ONU. Sobre el índice de desarrollo humano,
la tabla que mide la calidad de vida de los países miembros a nivel de ingresos
de sus ciudadanos, su salud, la calidad de educación y otros factores. Hasta
ese momento, Noruega era el país que llevaba tiempo encabezando la lista. Pero
en esa fecha, Islandia se colocó a la cabeza de la lista con una nota que jamás
antes ninguna nación había logrado alcanzar, pese a tratarse de un país aislado
y pequeño. El entonces director del Fondo Monetario Internacional (FMI), el español
Rodrigo Rato, que después llevó a la ruina a Bankia, señalo que Islandia había
seguido las normas dictada por el organismo internacional al pie de la letra
(¿?). Asegurando que todo había sido perfecto gracias al sistema bancario y
financiero del país. A tal punto había llegado la tal perfección, que el 98% de
la población tenia empleo. Surge una pregunta: ¿Islandia fue el banco de prueba
del FMI?
El país creció a un ritmo de
entre el 2 y el 8 % anual, hasta que al final se convirtió en el primer país
del mundo. Pero un año después de tocar el cielo, Islandia sucumbió. Los tres
principales banco del país se vinieron abajo en pocas horas era el 14 de Octubre de 2008. Un
mes después de de la caída, cae en USA Lehman Brothers. Ese día la bolsa cae
77% de su valor, mientras que la moneda de Islandia (La Corona ). Acabaría perdiendo
un 85% de su valor. Quedó al descubierto la verdad en que se basaba el sistema
bancario dedicado a crear burbujas y a efectuar operaciones económicas sin
sustento real, especialmente desde la privatización de todo el sector
financiero en 2003, fecha a partir de la cual se buscaron inversores
extranjeros que compraron los bonos emitidos por las citadas entidades. La mayor parte del dinero llegó desde Holanda y el Reino Unido, pero también desde España,
en donde Cajamadrid compró decenas de millones de euros de bonos
emitidos por el Landbanki,
Evidentemente, en un principio se
siguió el guión establecido para este tipo de casos y se recurrió al FMI, que
aprobó créditos para reflotar la banca y sanear las cuentas públicas a cambio
(como después ocurriría en otros países europeos) de los llamados “ajustes
estructurales”, es decir, recortes en los presupuestos oficiales que afectaban
especialmente a sanidad, educación, prestaciones sociales. Geir Haarde, el
primer ministro, admitió cubrir la deuda exterior generada por la debacle
bancaria, que ascendía a nueve veces el PIB del país. El acuerdo fue negociado
por David Oddsson, gobernador del Banco Central de Islandia y primer ministro
entre 1991 y 2004, quien también lideró por esas fechas la petición de ingreso
en la Unión Europea ,
lo que se vendió a la población como una garantía para hacer frente a futuras
crisis.
Todo esto llegaba después de
la decisión del gobierno británico de bloquear las cuentas y operaciones de los
bancos islandeses, Aplicando para ello las medidas anti-terroristas que tenían
por objeto vigilar posibles movimientos sospechosos de ser utilizados para financiar el terrorismo internacional. Lógicamente, en la fría isla se sintieron
humillados al considerar una exageración situar a Islandia a la misma altura
que Al Qaeda. Pero muchos sabemos de qué va todo esto: aquellas medidas estaban destinadas a ser utilizadas como
chantaje cuando fuera menester. Y había llegado
la hora...
En términos porcentuales, la
crisis islandesa era y es la mayor que jamás ha sufrido un país desarrollado.
Tengamos en cuenta que hablamos de una nación con poco más de 300.000
habitantes... Y que como consecuencia del estallido bancario, más de 46.000
familias empezaron a pasar dificultades para llegar a fin de mes, cuando poco
antes tener esas dificultades se antojaba imposible. Otra vez se había
confundido imposible con improbable... Nada menos que trece mil casas se vieron
embargadas por los bancos que quedaban, los que se quedaron con los quebrados
o los nuevos que aparecieron. Y el paro alcanzó casi al 10% de la población en
un país cuyas cifras de desempleo no llegaban nunca el 5% y en tiempos de
bonanza ni siquiera alcanzaban al 2% de la población.
Los acuerdos del gobierno
islandés con las instituciones internacionales fueron la causa de que cada
ciudadano del país estuviera obligado a pagar cuarenta mil euros en quince
años. Sólo así podría saldarse la deuda exterior que generaron los bancos
colapsados con diferentes países, especialmente con Holanda y Gran Bretaña.
Además, la exigencia del FMI y del mercado obligaba a los islandeses a
deshacerse de una buena parte del Estado de bienestar que tanto tiempo les
había costado ganarse. Todo se había venido abajo, y la única forma de
remediarlo era socializar las pérdidas de los bancos para pagar sus deudas.
Hasta entonces los beneficios eran para los directivos y empresarios, pero una
vez que estos perdieron dinero, la única forma de salvar la economía del país
era pagar, entre todos, el agujero económico que habían creado quienes en
aquellos años se hicieron ricos. Los ciudadanos se echaron a la calle. Primero
fueron unas pocas decenas, muy pocas decenas. Hubo estupor en la sociedad. ¿Qué
era eso de salir a la calle? Estaba casi mal visto. Ni siquiera la policía supo
cómo reaccionar ante aquellos primeros indignados. Pero poco a poco fueron
más. Y en una sola jornada de protestas llegó a congregarse una marea humana
de más de cien mil personas en las diferentes localidades del país. Uno de cada
tres ciudadanos estaba alzando su voz...
Las exigencias de los ciudadanos
provocaron la dimisión del director del Banco Central, sobre quien cayó la ira
popular. Después abandonó el primer ministro y, finalmente, el 26 de enero de
2009, el gobierno en bloque echó el cierre. Días después, asumió el poder
Jóhanna Siguroardóttir, una ex azafata de sesenta y seis años que hasta
entonces había ocupado el cargo de ministra de Asuntos Sociales y que por su
perfil parecía la única persona que no enervaría a la opinión pública. Lejos de
las ideas del gobierno al que pertenecía, pese a estar en otra corriente, en
cuanto tomó el poder de forma interina convocó elecciones para abril. Ganó con
mayoría absoluta, y por primera vez en la historia del país la izquierda
gobernó. Pese a ello, Siguroardóttir tuvo que empezar a negociar con unos y
otros, pero tuvo bien claro desde el principio que los banqueros que habían
provocado la situación no serían premiados sino que tendrían que enfrentarse a investigaciones que aclararan su implicación en tan terrible crisis.
La primera ministra aseguró que
la devolución de la deuda estaría condicionada por la capacidad de pago que
tuviera el erario público. Que, en definitiva, no se iba a exprimir más a los
ciudadanos. Tuvo que hacer malabarismos: por un lado la presión internacional
para que no se le ocurriera dejar de pagar lo que debía (por mucho que lo
debieran los bancos...), y por otro la presión popular frente a las exigencias
de abonar la deuda.
En un documento desclasificado nos informa:
Islandia ya era por entonces un auténtico centro de operaciones para el
organismo creado por Julián Assange, que dio a conocer en diciembre de 2008,
cuando aún no era un grupo con la repercusión que alcanzaría tres años
después, documentos internos del principal banco del país, el banco Kaupthing.
En dichos documentos se demostraba cómo el banco había creado las temibles
burbujas a costa de los ahorros de muchos ciudadanos que habían depositado su
confianza en la institución. Además, los documentos evidenciaban que los
propios dirigentes del banco se habían concedido créditos con intereses mucho
más bajos que los solicitados a los clientes.
Los documentos sobre el banco
Kaupthing fueron un auténtico punto de inflexión en la revolución. La venganza
de Wikileaks se había consumado y el pueblo tuvo pruebas sobre las que sustentarse
para pedir explicaciones y responsabilidades. Y fueron sólo el comienzo de una
serie de informaciones referidas a este banco, porque posteriormente se dio a
conocer un listado con nada menos que 28.167 referencias a los créditos y
bonos emitidos por el banco sin que pudiera retribuirse por ellos y sobre los
cuales tomó responsabilidad el gobierno de Islandia tras la caída del banco y
la nacionalización de la deuda apenas unos días después. El valor total de esas
operaciones sucias ascendía a 40.000 millones de euros y demuestran cómo en
las inmorales maniobras mercantiles hubo apoyo de otros muchos bancos de
renombre internacional que avalaron o revendieron esos “paquetes”. Ahí
aparecían los bancos responsables de la crisis económica que estamos viviendo
en el mundo entero, uno de los bancos de inversión que fue rescatado por el
gobierno de Estados Unidos, cuyos directivos, pese al fracaso de su gestión al
frente de la entidad, fueron recompensados al ser nombrados para ocupar
puestos de relevancia en la
Administración cuando Barak Obama tomó posesión de su cargo
como presidente de Estados Unidos en enero de 2009.
El inmenso listado fue elaborado
tras la caída del banco, cuando se revisaron una a una las peticiones de los
beneficiaros de los créditos (y otros paquetes financieros) y se determinó qué
era lo que debía devolverse. En el listado hay deudas de apenas mil coronas
islandesas (unos seis euros) a deudas de
bonos adquiridos por grandes bancos internacionales. Un buen número de ellos
fueron adquiridos por Goldman Sachs, muchos de los cuales por un valor de más
de diez millones de euros. Y no había uno, sino decenas de paquetes por esas
cantidades.
La jugada:
Es escandalosa: el banco americano
compra bonos del islandés, pero el banco americano cae hasta tener que ser
rescatado, y los ciudadanos, con sus impuestos, salvan al banco de la quiebra,
pero después cae el islandés, y los ciudadanos islandeses tienen que salvar al
banco islandés con sus impuestos, que una vez salvado y rescatado deberá pagar
al banco americano el valor de esos bonos que fueron calificados como seguros
por las agencias de calificación, de modo que se amplían los intereses a pagar
a los bancos a los que se debe dinero que, previamente, han sido rescatados
con el dinero de los ciudadanos.
Y entre el listado de bonos
adquiridos por los grupos financieros internacionales aparecen varios bancos
españoles. Por ejemplo, Caixa Catalunya adquirió bonos por valor de diez millones
de euros (1.700 millones de coronas), y Caja Laboral lo hizo por valor de 10.000
millones de coronas (casi sesenta millones de euros). Y el mayor de los bonos
fue adquirido por el Deustche Bank por valor de 200.000 millones de coronas,
es decir, unos 1.200 millones de euros. Esto es una verdadera demostración de
cómo la “globalización” bancada hizo que unos bancos compraran bonos de otros
cuando quienes los emitían estaban llevando a cabo operaciones irregulares, lo
que impidió a los compradores cobrar en condiciones (o no cobrar) por esas adquisiciones. En la estafa islandesa
se metieron sin darse cuenta (bueno, sin darse cuenta...) bancos de otros
muchos países quienes, después, hicieron lo mismo. Qué desastre.
El poder de la indignación:
Como consecuencia de la
revolución en las calles, la población tomó el poder y se creó una asamblea
constituyente formada por camareros, electricistas, periodistas, fontaneros,
funcionarios... En definitiva, por la gente común. Se logró incluso que se sometiera
a referéndum la devolución o no del dinero que se había prestado al gobierno
por parte de los grandes bancos y otros países. La respuesta de los ciudadanos
fue (a tenor de la ilegalidad de las acciones que efectuaron los banqueros)
rotunda en el sentido de no devolver la deuda exterior: un 93% de los electores
dijo que no y que los contribuyentes no debían pagar el rescate de unos bancos
que se habían nutrido con el dinero de los impuestos. Después llegaron las
operaciones judiciales, y hasta casi ciento cincuenta responsables de los tres
grandes bancos islandeses fueron detenidos, alguno de ellos encarcelado, en
varios países europeos al tiempo que el primer ministro del país en el momento
del crack fue juzgado, acusado de negligencia y de no haber atendido los avisos
de quienes advertían de lo que estaba ocurriendo. En la condena que se dictó
contra él quedó claro que sus acuerdos con los grandes bancos fueron decisivos
para llevar al país a la ruina.
Hay quienes advierten:
Islandia no se ha convertido en un paraíso. Y si bien la crisis se ha capeado
de forma más democrática que en otros países, los problemas aún acucian a los habitantes del que no hace mucho era el mejor país del mundo para vivir.
Sus actuaciones elevaron el precio de lo que tienen que pagar, por ejemplo,
por sus hipotecas. Sin embargo, para
quienes estaban detrás de la crisis islandesa, que son los mismos que están detrás de la crisis mundial, no hay peor cosa que dejar que el modelo de lucha
que escenificaron se extienda tanto que se llegue a imitar. Quien dude del
ejemplo islandés habla por la voz de su amo. Y lo peor de todo, es que
quien lo haga ni siquiera sabe que tiene un amo.
Días después del inicio de las
concentraciones en Sol, que se extendieron a las plazas más importantes en
cientos de ciudades españolas, hubo elecciones en España. Las órdenes por parte
de las autoridades fueron claras: había que desalojar las plazas en la
medianoche del 20 al 21 de mayo de 2011. Las normas eran las normas: estaba
prohibido cualquier tipo de manifestación pública con contenido político en
mitad de la jornada de reflexión que precede a la convocatoria electoral.
Sin embargo, la policía no actuó
(salvo en algunos casos, y con comportamientos violentos por parte de los
uniformados, que ignoraron las instrucciones de las propias autoridades) para
desalojar los acampados y congregados. Era imposible. El movimiento había
logrado un grado de simpatía y complicidad que no se había dado jamás en la
historia de España. Semanas después, cuando perdía intensidad, se aprovechó la
situación para efectuar el desalojo de forma más discreta. Pero fue imposible
frenar la oleada de indignación.
El ejemplo de los indignados de
Sol fue seguido, tanto en objetivos como en símbolos, por otros indignados en
otros países. Las manifestaciones fueron espectaculares; desde la revolución
social de 1968 no se había vivido nada igual. Medio siglo después, las calles
y la opinión volvían a ser dominadas “por los de abajo”. Es una de las
características de los tiempos actuales. Stéphane Hessel, el hombre que dio
nombre al movimiento, vio como una de sus pesadillas no se cumplía: “La peor
de las posiciones es la indiferencia, decir que no puedo hacer nada y ya me
las arreglaré.” Por el contrario, su sueño, que la sociedad luchara con
todas las herramientas a su alcance, sí se hizo realidad: “Os deseo a todos, a
cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es algo
precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos
volvemos militantes, fuertes y comprometidos. Volvemos a encontrarnos con esta
corriente de la historia, y la gran corriente de la historia debe perseguirse
por cada uno. Y esta corriente nos conduce a más justicia y libertad.”
“Si el pueblo otorgara A los
bancos el poder de emitir dinero, los bancos y las corporaciones crecerían por
encima de los individuos desproveyéndolas de toda propiedad. Creo que los
bancos son más peligrosos para nuestras libertades que los ejércitos en armas.
Ya han creado una aristocracia que desafía al gobierno. El poder de hacer
dinero debe ser rescatado de los bancos y devuelto a la gente a quien pertenece
por derecho”. Jefferson.
Reflexión:
En 1.855 el presidente de los
Estados Unidos propuso al Jefe Indio Seattle comprar las tierras de su tribu.
Este le contestó con sabias palabras: “La tierra no pertenece al hombre.
¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra?
Esta idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del
fulgor de las aguas, ¿Cómo podrían ustedes comprarlos? Enseñen a vuestros
hijos, como nosotros hemos enseñado a los nuestros, que la tierra es nuestra
madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la Tierra ”.
En 1861 estalla la guerra de
secesión en los Estados Unidos en la que morirían 600.000 personas. Un año
después de la elección de Abraham Lincoln, que preconizaba la abolición de la
esclavitud, los 11 estados del Norte (Industriales) se enfrentaron a los 11
estados del Sur (Agrícolas). Lincoln declaró: “Tengo 2 grandes enemigos, el
ejercito del sur frente de mí y los banqueros en la reta guardia. Y de los 2,
los banqueros son mis mayores adversarios”.
En una carta enviada por un
banquero de Londres a otro banquero pero
de New York le dice: “Las escasas
personas que puedan comprender el sistema financiero mostrarán tanto interés
por sus beneficios, o dependerán en tal manera de sus ventajas, que no se debe
esperar de ellas ninguna oposición, mientras que, de otro lado, la gran masa de
público, mentalmente incapaz de comprender las enormes ventajas que el capital
saca del sistema, soportará los costes sin oponerse e, incluso, sin sospechar
siquiera que ese sistema es contrario a sus intereses”.
El 14 de abril de 1865, 5 días
después de terminar la guerra, Abraham Lincoln sería asesinado por un sicario
(Pagado por ¿?). Lincoln se negó a pagar los intereses de la deuda, ordenó que
el tesoro emitiera 450 millones de Dólares en papel moneda ( los famosos
greenbacks impresos con tinta verde al reverso) y anunció que atacaría el poder
de los bancos internacionales en cuanto terminara la guerra. Abraham Lincoln
dijo: “Los poderes del dinero se alimentan de las naciones en tiempo de paz y
conspiran contra ella en tiempo de adversidad. Denuncian como enemigos públicos
a todos los que cuestionen sus métodos o saquen a la luz sus crímenes”.
Cita desde la Tumba de Abraham Lincoln:
“Han entronizado a corporaciones y seguirá una era de corrupción en los altos
cargos, el poder del dinero de los países se esforzaran por prolongar su reino
hasta que toda la riqueza se acumulen en unas pocas manos y los Países sean
destruidos”.
*No se puede comprender el
Presente sin entender el pasado.
*Permitirme fabricar y controlar
el dinero de una nación y ya no me importará quién la gobierne, quien haga sus leyes.
*Cuando el dinero de un gobierno
depende de los bancos, son ellos y no los jefes de Estado quienes controlan la
situación.
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