La Historia no contada

La Historia no contada
José Luis Rodríguez Pereiro

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿ESTAMOS PROTEGIDOS?

Somos la única especie que se alimenta de la leche de otro animal y que lo continúa haciendo durante el resto de su vida:

¿ES EL MENÚ LETAL?:
Imprescindibles y prohibitivos, irresistibles y nocivos. De manera tan amplia podemos contemplar a los alimentos, capaces de oscilar desde la esfera de lo saludable hasta el infierno de la enfermedad. En ellos no sólo residen los nutrientes esenciales para la vida, sino también un creciente número de sustancias y compuestos artificiales que envenenan silenciosamente nuestros cuerpos. ¿Hasta qué punto estamos desprotegidos frente a esta amenaza invisible? ¿Podemos hacer algo para remediarlo?
El mercado de la alimentación genera clientes para el mercado de la salud en el primer mundo, mientras los excedentes alimenticios terminan en la basura para mantener los precios (excluyendo así su uso humanitario) o bien llegan a consumidores de tercera, generalmente en los mismos países pobres de los que se extrajeron las materias primas, llevando con ellos más enfermedad por su insalubridad, y pobreza por la dependencia importadora que acarrean. Un ejemplo cercano lo encontramos en Argentina, donde la siembra de soja transgénica patentada por la controvertida multinacional Monsanto ha desplazado salvaje-mente al resto de cultivos, eliminando la diversidad productiva del país e instalando un peligroso monocultivo de alto rendimiento.
¿ESTA LA SALUD PÉRDIDA?:
Otro escandaloso ejemplo lo encontramos amplia-mente descrito en Crisis económica y Apocalipsis, obra del escritor y especialista en medio ambiente Gabriel Wüldenmar. En ella se hace eco de las múltiples de­nuncias impulsadas por particulares y organizaciones internacionales contra los desmanes cometidos por Coca-Cola en muchos países. Dejando a un lado su agresiva política empresarial y el poder aplastante que ejerce (que, según tales denuncias, llega a situarla al margen de la ley), Wüldenmar explica lo nefasta que es su presencia en países como la India, donde además de perjudicar gravemente la economía local ha incurrido en la ocupación ilegal de tierras, en el expolio y desperdicio masivo de los escasos recursos hídricos y en la contaminación de acuíferos y zonas de cultivo con residuos como plomo o cadmio. “Casi toda el agua que Coca-Cola usa es para limpiar máquinas y botellas. Ellos ponen productos químicos en el agua y la contaminan, perjudicando los suelos, las plantas y los acuíferos”, explica el activista hindú Amit Sri-vastava, de la organización India Resources. Todo ello llegando a comercializar incluso sus productos con proporciones del pesticida DDT, usado en agricultura, “30 veces mayores que las autorizadas por las normas estadounidenses y europeas”, sentencia Wüldenmar.
Autores como el reputado médico francés Jean Seignalet, interno, investigador y docente en el Hospital y en la Universidad de Montpellier, han entendido como pocos dentro del ámbito académico la importancia del binomio alimentación-salud. Más allá de sobrevivir a través de la alimentación, Seignalet propone en su imprescindible La alimentación, la 3a medicina apostar por una alimentación consciente y natural que nos devuelva la salud perdida, un retorno a las prácticas alimenticias de nuestros ancestros. Por encima de ideas románticas o de principios filosóficos, esa vuelta atrás a un régimen alimenticio milenario está basada en rigurosas observaciones e investigaciones científicas, así como en la evidencia biológica de la inadaptabilidad de nuestro organismo a las moléculas generadas por la alimentación moderna.
Cualquier adaptación evolutiva requiere de un tiempo que en ningún caso se ha dado en los seres humanos en relación con la alimentación, de manera que no estamos preparados para digerir alimentos modernos como la leche animal, los derivados de cereales procesados, por muy ecológicos y biológicos que sean, y mucho menos la amplia gama de aditivos usados hoy en día en la industria de la comida. Si atendemos a las propuestas de Seignalet, quien obviamente no contempla una adaptación biológica a esos alimentos al margen de cientos de miles o millones de años, la alimentación moderna y la ancestral difieren en seis puntos claves, puntos que le permiten al autor rastrear un buen número de enfermedades y formular propuestas terapéuticas basadas en su modificación. A saber: el consumo de cereales domésticos  el consumo de leche animal y sus derivados, la cocción de numerosas sustancias, la preparación de aceites, la contaminación alimentaría y el riesgo de carencias de vitaminas y minerales.
¿ES UNA IN-ADAPTACIÓN EVOLUTIVA?:
Algunos estudios recientes han relacionado la in-gesta de leche de vaca con graves patologías.
Muchos autores anteriores ya habían puesto el acento de manera puntual o global sobre la nocividad de estos factores, al encontrar una correlación con la incidencia o ausencia de ciertas enfermedades “cáncer, diabetes, alergias, obesidad, depresiones, artrosis, hipercolesterolemia, migrañas, etc.” en función de su presencia en la dieta, aunque ninguno con la claridad de Seignalet. Haciendo acopio de una abundante biografía médica, de un sentido común aplastante y de sus agudas observaciones y experiencia, este médico francés, fallecido en 2003 y pionero en el terreno de los trasplantes, planteó que muchas enfermedades modernas tenían su raíz en el ensuciamiento celular y en los procesos de eliminación de los agentes agresores que los provocan, agentes íntimamente ligados a los seis factores citados. Seignalet argumenta con solidez, siguiendo la estela de otros autores como el físico suizo Guy-Claude Burger, la doctora Catherine Kousmine, el experto en medicina y medio ambiente Jacques Fradin, el médico Alain Bondil y el ecólogo, físico y experto en alimentación Bruno Comby, que nuestra especie no ha tenido tiempo de adaptarse a los cambios que la alimentación ha padecido desde que pasamos, en el neolítico, de ser cazadores-recolectores nómadas a convertirnos en agricultores y ganaderos sedentarios. Y esa in-adaptación se hace más evidente y grave cuando contemplamos los gigantescos cambios que supuso la aparición de la industria alimentaría en el siglo XX. Nuestras 20.000 enzimas y mucinas son, como afirma el autor, llaves que abren una sola cerradura, de manera que las nuevas y numerosas moléculas que introducimos en nuestros cuerpos procedentes de los nuevos alimentos o de su transformación, son en su mayoría agentes extraños que intoxican o colapsan nuestros organismos. “Las enzimas digestivas (explica) no están adaptadas a algunos alimentos modernos. La digestión imperfecta dejará sin metabolizar numerosas macro-moléculas alimentarías”. Si a ello sumamos la debilidad de nuestras defensas, y en especial la mayor y perjudicial permeabilidad de nuestro intestino, ocasionada por algunos alimentos modernos y su flora de putrefacción, que deja pasar al torrente sanguíneo macro-moléculas indigeribles, toxinas y bacterias, el resultado obvio es la enfermedad. En este punto resulta crucial explicar breve-mente los conceptos de ensuciamiento y eliminación.
¿SON RESIDUOS ALIMENTARIOS?:
La teoría del ensuciamiento celular plantea que el organismo acumula residuos alimentarios, bacterianos y metabólicos que no puede digerir ni eliminar, residuos que se estancan en el ámbito extra-celular y también dentro de la célula. Ello genera cambios en la composición del medio, problemas de comunicación celular, fagocitosis con el consiguiente consumo de energía y liberación de radicales libres, inhibición de enzimas, acción sobre los genes, etc. “El resultado final es el sufrimiento, la muerte o la transformación de las células, del mis­mo modo que la filtración repetida de granos de arena en un motor acaba por atascarlo o ensuciarlo, e impide que funcione con normalidad”, resume Seignalet.
De esta manera y en función de la evolución de tales células que depende de factores concretos y que puede oscilar desde la muerte de la célula a un mal funcionamiento o incluso a su transformación en maligna, el ensuciamiento celular sostenido en el tiempo y no contrarrestado conduce al desarrollo de varios tipos de cáncer, leucemias, Alzheimer, Parkinson, diabetes, osteoporosis, artrosis, esquizofrenia, fibromialgía, arteriosclerosis, litiasis biliar, envejecimiento prematuro, gota, obesidad, aplasia medular y un largo etcétera de patologías que en muchos casos no relacionaríamos con la dieta que llevamos. Por su parte, la teoría de la eliminación plantea la aparición de algunas patologías derivadas del propio proceso de eliminación de los agentes agresores, un proceso de salud y limpieza corporal pero que conlleva el desarrollo de algunas enfermedades. Esta teoría da sentido y solidez a la apreciación tradicionalmente hecha por muchos terapeutas que han sostenido que en los procesos de ayuno y purificación alimenticia pueden generarse malestar, cefaleas, nerviosismo, reacciones cutáneas, etcétera.
La eliminación fisiológica se produce a través del hígado, el colón, los riñones, el intestino delgado, la piel, los bronquios y las mucosas de la boca, nariz y ojos. No obstante, cuando la cantidad de moléculas no metabolizarles es muy abundante y requiere de la intervención de un mayor número de glóbulos blancos, la depuración puede ser patológica, al provocar inflamación en algunas zonas que se agravaría con otros factores, dando lugar a enfermedades como varios tipos de colitis, enfermedad de Crohn, bronquitis crónica, asma, soriasis, eccemas, acné, otitis, sinusitis, conjuntivitis alérgica, aftas... La buena noticia es que son transitorias y todas, tanto las de ensuciamiento como las de eliminación, mejoran o se curan totalmente con un régimen de alimentación concreto  que frene a los seis grandes cambios alimenticios antes citados y de los que pasamos a ocuparnos.
Los seis factores pueden ser contemplados como otras tantas puntas de flecha que hacen blanco en nuestro organismo, con variado efecto e intensidad sobre nuestra salud.
Cereales refinados: En ellos se sustenta una buena parte de la alimentación mundial, variando el tipo y la cantidad de un país a otro. De la selección inicial se ha pasado a una selección masiva, buscando los granos más voluminosos que suelen implicar mutaciones, a la hibridación de especies, al trasplante aclimatando las especies a nuevos entornos y a la actual manipulación genética. Si a ello le añadimos el refinado de los mismos, eliminando el salvado y con él proteínas útiles, minerales, vitaminas y fibras, y la cocción a los que son sometidos frente a su in­gesta cruda primitiva, el resultado es un abanico de sustancias extrañas indigeribles, que generan patologías de ensuciamiento.
Al parecer, sólo el arroz y en menor grado el trigo sarraceno se mantienen moderadamente estables, vinculándose este último y el maíz con una larga lista de patologías, como la poli-artritis reumatoides, la esclerosis en placas, la diabetes juvenil, depresiones nerviosa, es­quizofrenia, Crohn, etcétera.
Leche animal:
En este caso estamos ante una vulneración del sentido común. Somos la única especie que se alimenta de la leche de otro animal y que lo sigue haciendo durante toda su vida. Ningún animal, ni siquiera el hombre hasta hace unos miles de años, consumía otra leche que la materna y sólo en los primeros compases de la infancia, al­go que ha cambiado radicalmente desde que comenzó la selección de ganado lechero en el siglo XIX. La lógica, y también la bioquímica, nos dice que es antinatural, incompatible, pero en torno a la leche y sus derivados se sustenta una gran parte de la industria alimen­ticia internacional, multinacionales que obviamente no están dispuesta a renunciar a un mercado especialmente dañino cuando hablamos de niños y de leche maternizada.
Las proteínas, calcio, hierro, vitaminas, grasas y glúcidos, hormonas y factores de crecimiento de las leches de vaca, cabra y oveja nada tienen que ver con los seres humanos, por no citar el amplio cuadro de enfermedades relacionadas con su consumo. Sin embargo, la oferta en lácteos es cada vez mayor y la publicidad, con mayor frecuencia vinculada a sus propiedades terapéuticas sintéticas más que a las nutricionales, mucho más agresiva.
La cocción de los alimentos:
El autor de La alimentación: la 3a medi­cina sostiene que hay mucho más interés y seguridad en el uso de los aditivos alimenticios, sometidos a numerosos exámenes, que en las sustancias y modificaciones moleculares surgidas de la cocción de los alimentos. Los métodos de cocinado son un factor extraño, ajenos a la evolución de nuestro organismo, recientes en la historia del ser humano. La cocción mejora gustativa-mente los alimentos, permite digerirlos mejor, destruye microorganismos y favorece su conservación, pero da como resultado miles de sustancias nuevas, algunas inexistentes en la naturaleza, indigeribles y casi imposibles de eliminar, como es el caso de las llamadas sustancias de Maillard derivadas de la cocción de las proteínas e inmunes incluso a detergentes y lejías. “Las grasas animales cocidas, especialmente carnes y productos lácteos, favorecen la aparición de cáncer de mama y de colon”, advierte Seignalet. La cocción al vapor suave o el estofado, y otros métodos por debajo del 110°C son la mejor opción, en la que no está incluido en absoluto el microondas.
La preparación de los aceites:
La extracción de los aceites vegetales se ha venido haciendo por pre­sión en frío hasta la Segunda Guerra Mundial, periodo a partir del cual se desarrollan otros métodos que introducen las altas temperaturas, logrando un mayor aprovechamiento de los aceites, pero también una merma muy destacada de su potencial nutricional. La utilización del hexano que no se logra eliminar por completo, permite sacar el 100% del aceite, pero debe ser refinado, proceso industrial que transforma una parte de los ácidos grados in saturados en saturados y otro porcentaje en las nocivas formas trans. Al final resulta un producto a evitar para la salud, pero presente, como el azúcar, en prácticamente todos los alimentos preparados que llegan a nuestras mesas, desde los donuts a las pastas, pasando por las conservas de todo tipo o los embutidos. La alternativa son los aceites de oliva virgen o vegetales vírgenes convenientemente avalados.
La contaminación alimentaría:
La mayor parte de los alimentos que consumimos no los hemos producidos nosotros, de manera que vienen con infinidad de añadidos que escapan a nuestro control. Ese tipo de contaminación es dividida por Seignalet en dos grupos, los aditivos alimentarios y los productos que se administran al ganado y a los cultivos. Los primeros buscan alargar la vida útil de alimento y mejorar su sabor aspecto, mientras que los segundos, son el resultado de explotar los recursos y, básicamente, de vulnerar el equilibrio natural generando condiciones deplorables y moralmente repudiables en la cabaña ganadera. Colorantes, conservantes, antioxidantes, emulsionan-tes, edulcorantes, emulgentes, espesantes, correctores de acidez, aislantes, enzimas, estabilizan-tes, potencia-dores de sabor, humectantes... Están juntos a otros muchos en la lista de aditivos, con efectos nocivos conocidos cuando se sobrepasan las dosis de «seguridad». En el otro grupo anidan las hormonas, los antibióticos, pesticidas, abonos y medicamentos, que entran directamente en nuestro organismo y en algunos casos llegan a generar resistencias, como sucede con los antibióticos. La solución está en optar por productos biológicos, pero ni aún así nos mantendremos al margen de todas esas amenazas. Carencias en vitaminas y minerales: Finalmente, la sexta punta de flecha es la representada por las carencias de minerales y vitaminas que padecemos, tanto por el consumo desmedido de productos refinados y procesados, como por tener unas materias primas que en origen son pobres en esos micro nutrientes esenciales. La agricultura y la ganadería intensivas, en las que añaden estas sustancias como suplementos, terminan por el contrario llevando a nuestros menús alimentos inmaduros, que causan déficit que ni siquiera los productos elaborados enriquecidos pueden solventar, por los diferentes mecanismos de absorción que rigen una alimentación natural de otra que no lo es. Nuestro experto llama a una vuelta a los orígenes, excluyendo de la dieta todos los cereales a excepción del arroz y el trigo sarraceno; eliminar la leche animal y derivados; intentar un consumo basado principalmente en productos crudos; utilizar aceites vírgenes; y optar por los productos biológicos.
NOTA: GRASAS SATURADAS:
Muchas patologías cardiovascu­lares están relacionadas con un mayor consumo de grasas saturadas -inmediatamente vinculadas con las grasas animales- y de las llamadas grasas trans. Lo que pocos saben es que las grasas vegetales más usadas y que tendemos a etiquetar por su origen como saludables, la de coco y palma, son ricas en ácidos grasos saturados, y con ello más dañinas que algunas animales, a pesar de ser vegetales. En cuanto a las (trans), es harina de otro costal. La textura sólida de las grasas animales y su durabilidad contrastaban con el carácter líquido y la menor resistencia de las grasas vegetales, de ahí que se idease un sistema para solventar esos inconvenientes. De esta manera se introdujo en la industria alimenticia la hidrogenación”, un proceso químico consistente en inyectar hidrógeno a ciertos aceites vegetales con un contenido destacable en ácidos grasos poli insaturados. Este proceso hace que se solidifiquen las grasas  que se mejore su textura, se potencie el sabor y alargue su vida, y por tanto la de los productos en los que se usan. La margarina sería el exponente más emblemático, un producto solidificado químicamente a partir de aceites vegetales, que se ha erigido en sustituto de la mantequilla. No obstante  el gran inconveniente de la hidrogenación es que durante la misma se generan ácidos grasos trans, ajenos por completo al organismo, una “molécula extraña” cuyos erectos nocivos empiezan a ser conocidos ahora.
A MODO DE INFORMACIÓN:
Monsanto: Fue fundada en San Luis, Missouri, Estados Unidos en 1901. Su fundador, John Francis Queeny, un químico veterano de la industria farmacéutica, fundó la compañía con capital propio. Dio a la compañía el nombre de soltera de su esposa Olga Méndez Monsanto.
Monsanto se dedica en la actualidad principalmente a la producción de herbicidas y de semillas genéticamente modificadas (alimentos transgénicos).
En sus primeros años, Monsanto distribuyó sacarina. También proveyó de edulcorantes a Coca-Cola, haciéndose uno de sus principales proveedores.
En la década de 1920,  Monsanto expandió sus negocios para la química industrial, como por ejemplo ácido sulfúrico. En la década de 1940 fabricaba plásticos, incluyendo poliestireno y fibras sintéticas.
En 1938 Monsanto adquirió a Fiberloid Corp y el 50% de Shawinigan Resins, empresas que fabricaban plásticos y resinas.
Desde entonces tuvieron negocios relacionados con Searle, quien fabricaba aspartame (NutraSweet) pero en el 2000 Monsanto vendió ese negocio. También tuvieron un negocio enfocado a la somatotropina bovina, que fue luego vendido en 2008.
Monsanto sintetizó la hormona somatotropina bovina. Existen diversos puntos de vista respecto a este producto, ahora propiedad de Eli Lilly.
En Europa, los alimentos transgénicos, principal actividad actual de Monsanto, encuentran gran resistencia entre la población y los agricultores, que no consideran probada su seguridad para la salud humana.
El cultivo de dichos alimentos transgénicos es prácticamente inexistente en el territorio de la Unión Europea con la única excepción de España y Rumanía.
El aspartamo o aspartame: Es un edulcorante no calórico descubierto en 1965 por la farmacéutica internacional G.D. Searl and Company. En 1985 la compañía química Monsanto compró G.D. Searl y creó NutraSweet Company, comercializando desde entonces el aspartamo que se emplea en numerosos alimentos en todo el mundo bajo varias marcas como Natreen y Canderel, además de NutraSweet, y que corresponde al código E 951 en Europa. El aspartamo es estable cuando se encuentra seco o congelado, pero se descompone y pierde su poder edulcorante con el transcurso del tiempo, cuando se conserva en líquidos a temperaturas superiores a 30 °C.
El dulzor relativo del aspartamo es de 150 a 200 veces más dulce que el azúcar. Es necesario destacar que todos los edulcorantes se clasifican con respecto a la sacarosa o azúcar común, por lo que el valor de 200 veces es obtenido en comparación con diluciones hechas en laboratorio de sacarosa (dulzura relativa = 100) al 15%.
Numerosas organizaciones nacionales e internacionales han evaluado la inocuidad del aspartamo y un comité internacional de expertos ha establecido un nivel de Ingesta Diaria Admisible (IDA).
Las 10 mayores fuentes de aspartamo son: chicles, edulcorantes artificiales de mesa, agua saborizada, gaseosa dietética, productos sin azúcar, zumos en polvo, yogures, cereales, medicamentos pediátricos y salsas para cocinar
Lo peor de las malas leyes es que contribuyen en formar hombre, peores que ellas; encargados de ejecutarlas.
La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos.
La ley y el orden son siempre y en todas parte la ley y el orden que protegen las jerarquías establecidas.
La perdición del hombre es el olvido. Si no observamos el pasado estamos condenados a repetirlo.

[J§l].
MMXIII.

UNA MENTE NUBLADA NO PUEDE VER.

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