¿CASO SNOWDEN?:
Los gobiernos manejan programas
secretos de vigilancia, acceden a servidores que guardan datos privados o
pinchan móviles y ordenadores, con el único objetivo de recoger hasta el más
mínimo detalle sobre nuestras vidas. Como nos han recordado las recientes
filtraciones del norteamericano Edward Snowden, en nuestro transitar por las
nuevas tecnologías nos convertimos en “blancos” de organismos y sistemas que
están dedicados a analizar cada dato que dejamos en la Red , lo cual les permite
conocer hasta el más íntimo detalle de nuestras vidas y así controlarnos
“preventivamente”. Sin duda, la sociedad del Gran Hermano descrita por Orwell
nunca ha estado tan cerca.
Mire en su bolsillo o sobre su
mesa. De no hallarse en alguno de estos lugares; probablemente su teléfono
móvil, tableta portátil no estará mucho más lejos. Estas herramientas con conexión
a Internet se han convertido en aparatos esenciales para estar informados,
comunicarnos con nuestros allegados o intercambiar datos y archivos
personales. Pero, ¿a qué precio? De entre todos los titulares que en las
últimas semanas han copado las principales cabeceras nacionales y
extranjeras, el que quizá mejor retrata la actual situación sea el que
informaba del repunte de ventas de “1984” , la popular novela de George Orwell. El
sentimiento de indefensión frente a la intervención en nuestras comunicaciones
cotidianas a cargo de organismos superiores, se ha extendido como consecuencia
de las recientes filtraciones de Edward Snowden, ex analista de infraestructuras
de una empresa contratada por la
Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA). No
obstante, ¿tenemos motivos serios para tal preocupación?
En la ya célebre entrevista que
Snowden concedió a los periodistas Glen Greenwald y Laura Poitras, este
incómodo wistleblower (soplón) señaló que determinadas personas tenían la
potestad de decidir sobre actuaciones que, a todas luces, estaban fuera de la
legalidad; como la intrusión en sistemas de redes informáticas que contuvieran
datos privados de usuarios de todo el mundo. Pero, ¿a quién o quiénes se
estaba refiriendo?
LO SABEN TODO DE NOSOTROS:
Si de algo estamos seguros es de
que la NSA y los
servicios de inteligencia de otros países llevan años recopilando información
sobre ciudadanos de todo el mundo de manera indiscriminada. Es la forma más
eficiente, según han defendido todo este tiempo, de analizar potenciales
peligros para la seguridad. Así, por ejemplo, la NSA recolecta datos de forma automática, los
almacena por períodos de tiempo indefinido, filtra y analiza. En sus servidores
podríamos encontrar desde nuestra información bancada, hasta extractos de
nuestras conversaciones telefónicas o nuestro correo electrónico. Y es que, de
manera inconsciente, funcionamos como máquinas de generar y publicar
información.
2012 fue el año en que
smartphones y tablets invadieron nuestra vida diaria, convirtiéndose en
aparatos imprescindibles para una mayoría. En ese año el uso de la mensajería
instantánea (aplicaciones mediante las que nuestros mensajes viajan hasta el
servidor de un tercero para, más tarde, ser redirigidos a su destinatario)
aumentó un 31 %, mientras que el de los clásicos SMS bajó un 21 %. Además, la
incidencia de los teléfonos inteligentes con conexión a la Red ha crecido tanto, que más
de 17 millones de españoles usan estos dispositivos para navegar, acceder a
redes sociales, gestionar su correo electrónico y realizar transacciones
económicas. Si extrapolamos estos datos al resto del globo, nos encontramos
con que existen más de 1.100 millones de teléfonos inteligentes en todo el
mundo. Por lo tanto, resulta incuestionable afirmar que la mayoría de los jóvenes
y adultos de los países desarrollados compartimos o manejamos de manera
habitual información personal a través de la Red , y que este comportamiento encuentra cada
día más vías para su propagación.
Las revelaciones de Snowden y el
intento desesperado de cazarlo han abierto el debate sobre si la seguridad
nacional es motivo suficiente como para autorizar la intervención
indiscriminada de las comunicaciones entre ciudadanos de todo el mundo, por
encima del derecho a la intimidad que, hasta ahora, considerábamos inviolable.
El hecho que ha desencadenado las reacciones de las compañías informáticas más
importantes del mundo (todas, dicho sea de paso, con sede en EE UU) es la
existencia de una orden judicial en poder de la NSA que, de acuerdo a la Ley de Vigilancia de
Inteligencia Extranjera, autoriza a la entidad a acceder a los datos de millones
de clientes de la empresa de telefonía Verizon durante un plazo de tres meses.
Si tenemos en cuenta que esta orden expiró el 19 de julio, entendemos que estas
actuaciones debieron comenzar a finales de abril de 2013. Lo sorprendente es
que, poco después de publicarse las revelaciones de Snowden, las principales
multinacionales de Internet salieran al paso de las acusaciones sobre el uso
indebido de los datos de sus clientes, confirmando lo que, por otro lado, el
antiguo técnico de la NSA
ya había anunciado. Así conocimos que Facebook accedió a las cerca de 10.000
peticiones de las autoridades sobre cuentas de usuarios desde el 31 de
diciembre de 2012; que Microsoft hizo lo propio afectando a alrededor de
32.000 clientes; y que Apple recibió casi 5.000 solicitudes sobre datos
privados de usuarios. Para que nos hagamos una idea de lo cercano que resulta
este problema, las cifras recientes sobre las redes sociales donde más información
privada publicamos, revelan que las plataformas más utilizadas son, por este
orden: Facebook, Google, Youtube y Twitter. Exceptuando esta última, que se ha
desmarcado de todas las acusaciones, los tres primeros servicios han acumulado
alrededor de 50.000 demandas reconocidas por parte de las autoridades de seguridad
para que abrieran sus servidores y cedieran sus datos cibernéticos.
EL PODER EN LAS SOMBRAS:
Finalmente, parece que tenían
razón los senadores demócratas Ron Wyden y Mark Udall, miembros de la comisión
de inteligencia del Senado de EE UU, acerca de las advertencias que desde hace
meses vienen lanzando a la opinión pública sobre los abusos de poder que el
Gobierno de Obama estaría cometiendo en el ámbito del espionaje a ciudadanos.
No en vano, la
Constitución norteamericana acota con gran precisión las
acciones de la CÍA
sobre ciudadanos americanos residentes en EE UU. En estos casos, por ejemplo, un
teléfono, un correo electrónico o un perfil en una red social no pueden ser
intervenidos sin una orden judicial que lo autorice. Así, como han querido
subrayar las autoridades en el caso Venzan, únicamente podrían recogerse datos
sobre la fecha y hora de las llamadas, la localización geográfica, su duración
y el destinatario de las mismas. En ningún caso el contenido de la
conversación. Sin embargo, la situación cambia cuando nos referimos a
ciudadanos extranjeros en territorio extranjero; esto es, a todos nosotros. En
tales casos, la CÍA
tiene carta blanca para pasar por encima de leyes a nivel mundial, permitiéndosele
llevar a cabo actuaciones de toda índole para garantizar la seguridad
estadounidense y (a causa del egocentrismo norteamericano) mundial. Esto,
que a simple vista puede parecemos inverosímil, no constituye un hecho aislado.
Ocurre lo mismo con la inmensa mayoría de los servicios de inteligencia, siendo
uno de los principios fundamentales del espionaje. Y buena parte de la culpa de
que los modelos de espionaje estén variando de una forma tan drástica, la tiene
un tribunal secreto con sede en Washington, autor, entre otras, de la mencionada
sentencia de intervención sobre los registros de Verizon: la Corte de Vigilancia de
Inteligencia Extranjera de EE UU.
La función de esta entidad, cuyas
audiencias y registros de actividades están cerradas al público, es
literalmente la de emitir órdenes judiciales a medida sobre asuntos de espionaje
bajo petición de las autoridades. Su funcionamiento es bastante interesante.
Debido al carácter reservado de sus deliberaciones, sólo los abogados del
gobierno están autorizados a comparecer ante el tribunal y, dada la naturaleza
de estos asuntos, las audiencias pueden llevarse a cabo en cualquier momento
del día o de la noche, entre semana o fines de semana, por lo que al menos un
juez debe permanecer de guardia en todo momento para escuchar las causas
urgentes y dirimir si se emite o no una orden. Este último supuesto, el de la
negativa a una petición de intervención, es una mera formalidad. Porque durante
todos sus años de actividad, este tribunal ha concedido 33.942 órdenes, lo
que supone una tasa de aprobación del 99,97%, con sólo 11 solicitudes
denegadas.
SUPERESPÍAS PRIVADOS:
Pero si existe un supuesto más
delicado que el uso que los gobiernos hacen de nuestros datos personales, ése
es, sin duda, el de que dicha información estuviera manejada por entidades
privadas. En agosto de 2007, durante un discurso pronunciado en plena campaña
electoral, Obama acusó al Ejecutivo que entonces presidía George W. Bush de
haber “impulsado un falso debate entre las libertades que apreciamos y la
seguridad que ofrecemos”, comprometiéndose en aquel momento a que, de resultar
elegido, no habría más escuchas ilegales a ciudadanos americanos, ni más
órdenes hacia la
Seguridad Nacional para espiar a quienes no son sospechosos
de haber cometido ningún delito. Pues bien, en las últimas semanas, fuentes
próximas al presidente de EE UU han reconocido la dificultad de controlar un
sistema de vigilancia gigantesco, por estar manejado, en gran parte, por
entidades privadas. Los nombres de estas corporaciones, como hemos visto en
el caso de la Corte
de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, no son un secreto. O, al menos, no
ahora, desde que hemos conocido que los organismos encargados de la vigilancia
contra posibles amenazas en EE UU continúan con su labor del mismo modo que lo
hacían en 2007: desde la sombra y en manos de empresas de gestión privada
que espían a ciudadanos de todo el mundo.
SOMOS UN BLANCO DESPROTEGIDO:
La protagonista de esta poderosa
revelación ha sido la compañía norteamericana Booz Alien Hamilton, entidad para
la que (nada es casualidad) trabajaba Snowden en el momento de filtrar sus
declaraciones al diario The Guardian. Precisamente en esta entrevista, el
popular informante declaraba sin ningún reparo, cuando era interpelado acerca
del poder que los técnicos de estas empresas privadas pueden llegar a acumular
en su servicio a los gobiernos, que “cualquier analista en cualquier momento puede tener como blanco a cualquiera en cualquier lugar”. El ejemplo de
Snowden en Booz Alien Hamilton nos ha abierto los ojos hacia una realidad en la que individuos desconocidos tienen a su alcance observar en tiempo real
qué es lo que ocurre en la pantalla de nuestros ordenadores o teléfonos
inteligentes, ya seamos ciudadanos anónimos, altos cargos gubernamentales o
incluso el presidente de EE UU. Las armas de que se ha valido la seguridad
norteamericana para llevar a cabo sus planes de recopilación, almacenamiento y
análisis de datos de ciudadanos, han dejado de ser un misterio a raíz de las
revelaciones de Snowden. Gracias a la filtración de parte de una presentación de
más de cuarenta diapositivas (fechada el 13 de abril de 2013 y destinada a
enseñar a los nuevos trabajadores el funcionamiento del sistema secreto de
vigilancia), hemos conocido dos nombres propios que han terminado de completar
el complicado rompecabezas del espionaje a ciudadanos: PRISM y Boundless
Informant.
VULNERACIÓN DE LA CONFIANZA :
El primero de esos programas
tiene como objetivo a personas residentes fuera de EE UU o extranjeros en
territorio norteamericano. Pero también incluye a estadounidenses que hayan
estado en contacto con ciudadanos que habitan fuera de sus fronteras. Entre
los datos que la NSA
es capaz de obtener gracias a PRISM, se incluyen notificaciones de inicio de
sesión, correos electrónicos, transferencia de archivos, conversaciones de voz,
vídeos, fotografías, direcciones IP o información privada de perfiles en redes
sociales. Su principal cualidad es que, después de que la compañía a vigilar se
una al programa, los agentes del gobierno tendrán acceso directo a sus
servidores sin que ésta lo sepa, permitiendo que, mientras se producen las
intrusiones, los directivos de la empresa sigan enviando mensajes de
tranquilidad y confianza a sus clientes, afirmando que no ceden su información
a organismos de ningún tipo. Pese a la negativa de éstas, las filtraciones
apuntan a que todas las compañías incluidas dentro del programa PRISM tenían
conocimiento de dichos accesos a sus servidores. En cualquier caso, ha
quedado patente que los comunicados sobre políticas de privacidad de empresas
como Google (propietaria de Youtube), Facebook, Microsoft (propietaria de
Skype), Apple, Yahoo o Dropbox son, como mínimo, verdades a medias. Y todo
porque sobre el método utilizado por la
NSA para sortear los diferentes lenguajes de cifrado que las
multinacionales configuran para proteger su información de ser cierto que los
accesos se han realizado a sus espaldas, nada se ha sabido. Nadie ha dado
explicaciones y las empresas se limitan a desvincularse de toda actividad que
pudiera dañar su imagen comercial. Parece más lógico pensar, por lo tanto, que
la citada agencia tendría en su poder esas llaves informáticas con las que
acceder a los registros y que éstas le habrían sido entregadas directamente por
los responsables de las compañías de Internet.
Uno de los nombres más señalados
y criticados en los últimos meses en EE UU, debido a éstas y a otras
revelaciones, es el de James Clapper, Teniente General de la Fuerza Aérea y
responsable de los servicios de inteligencia norteamericanos. Y los motivos
para el recelo van más allá de ostentar semejante cargo en un momento como el
presente. Durante una sesión del Congreso, uno de los parlamentarios le interrogó
sobre si la NSA
estaba recopilando en secreto información privada de ciudadanos, algo que
Clapper negó con rotundidad. Ahora, los sectores más críticos de la opinión
pública reclaman a Obama su destitución, como demostración de su buena
predisposición a iniciar las conversaciones sobre la transparencia en las
actividades de los servicios de inteligencia sobre la ciudadanía. Pero que
Clapper ocupe un puesto de tal responsabilidad responde a intereses más
profundos. Y es que éste trabajó antes como ejecutivo de Booz Alien Hamilton, empresa privada para la que, también, trabajaba Snowden y que en la actualidad
presta sus servicios al espionaje estadounidense. Llamativamente, bajo el
mandato de George W. Bush, el actual vicepresidente de la firma, Mike McConnell,
ostentó el mismo cargo que ahora Clapper.
SNOWDEN DESCUBRE AL ¿MONSTRUO?:
Pero, ¿cómo hacer frente de forma
eficaz a toda la información que se extrae mediante este sistema? La respuesta
a esta lógica pregunta también la encontramos en las famosas diapositivas. En
ellas se hace referencia a un programa informático conocido como Boundless
Informant (Informante sin barreras), encargado de saber cuánta información se
ha capturado en cada país. Esta herramienta es capaz de tomar más de 3 billones
de datos mensuales y dividirlos bajo determinados patrones asignados por el
usuario, que permiten obtener un panorama muy concreto de lo que se está
investigando. En las capturas de pantalla que publicó The Guardian, se observa
la interfaz inicial que vería cualquier persona con acceso a esta plataforma.
En ella se presenta un mapa del mundo con los países representados siguiendo
una escala cromática, en función de la cantidad de información interceptada en
cada uno de ellos. Así, en la imagen, vemos en color verde oscuro a los menos
vigilados; con un verde más chillón a los siguientes; para después pasar al
amarillo, naranja y rojo, que designan a aquellos territorios en los que la
interceptación de datos privados por parte de la NSA y el programa PRISM es mayor.
De este modo, y contrariamente a lo que tanto las empresas como el propio
gobierno estadounidense han querido reconocer, comprobamos que existen más de
3.000 millones de piezas de datos interceptadas en menos de un mes en este
país. Esta cifra, ya de por sí elevada, se queda en anecdótica si la comparamos
con la cantidad de información que la
NSA captó en Pakistán, Irán, Jordania Egipto e India, donde
en el mismo intervalo se hizo con más de 97.000 millones de fracciones de datos
privados de ciudadanos anónimos Todos estos datos nos llevan de nuevo a la concepción
orwelliana de 1984. Y a hacernos otra pregunta obvia: ¿Nos encaminamos hacia
la instauración de un estado policial encubierto? Lo cierto es que el
acceso a servidores de empresas norteamericanas supone una intrusión en los
derechos de medio mundo, ya que la mayoría de empresas que proporcionan los servicios de que nos valemos a nivel interactivo (desde el procesador de
textos con que un servidor escribe estas líneas, hasta el gestor de correo electrónico) tienen su sede en EE UU. Allí encontramos, por lo tanto, el
inmenso ojo de ese Gran Hermano que todo lo rastrea y analiza. Pero no podemos
engañemos. Recientemente teníamos noticia de que Gran Bretaña estaba implicada
en PRISM desde 2010. Sin embargo ahora, nuevas filtraciones han destapado que
este país también puso en funcionamiento su propio sistema de vigilancia.
Hace aproximadamente año y medio, el Centro de Escuchas de la Inteligencia Británica
(GCHQ) desarrolló en secreto un programa conocido como Temporal capaz de
acceder a le red de fibra óptica por la que circula la mayor parte del tráfico
mundial de Internet. El volumen de información que este programa es capaz
de procesar supera los 21.000 terabytes al día. Todos estos datos son, dicho
sea de paso, compartidos con la
NSA estadounidense. Nuevamente, dentro de la infraestructura
necesaria para controlar este programa y analizar sus resultados, juegan un
papel fundamental numerosas empresas privadas, a las que el gobierno británico
ha solicitado su colaboración, garantizando (tras conocerse su implicación) la
total legalidad de sus actos. Un singular paralelismo que demuestra que el
modelo norteamericano de espionaje ciudadano está más extendido de lo que
parece.
Más allá de la Red , la sociedad del Gran Hermano
que predijo la novela de Orwell es una realidad física en la ciudad que acogía
la acción de la popular 1984. En Londres, donde la policía no está
autorizada a portar armas de fuego durante sus patrullas, 10.524 cámaras de
vídeo vigilan cada paso de los transeúntes por sus calles desde hace más de
dos décadas. El sistema está sufragado por el Ministerio del Interior y
tiene un coste total de más de 215 millones de euros. Por si hubiera dudas de
su eficiencia disuasoria, Hackney, el barrio con mayor número de cámaras
instaladas (1.484), ha logrado reducir su índice de criminalidad en más de un
25%. Pero hay quienes cuestionan la efectividad de este particular sistema de
control criminal. Porque, por ejemplo, el barrio de Brent bajó su porcentaje
delictivo en 26 puntos, pese a contar sólo con 164 cámaras, gracias a haber mejorado
la iluminación de las calles, según defienden los detractores de tales
sistemas. Además de las que dependen del Gobierno británico, se calcula que en
Londres hay más de medio millón de cámaras de circuito cerrado y de propiedad
privada. En todo el Reino Unido la cifra total supera los 4 millones y medio,
¡una cámara por cada 14 habitantes! Quién sabe qué contendrán los documentos
que todavía custodia Edward Snowden y qué nuevas revelaciones nos aguardan en
los próximos años.
*En la guerra, la verdad debe ser
vigilada por guardaespaldas de mentira.
*Por más que anime tanto como
quieras a alguien que tiene los ojos vendados a mirar a través de la venda, no
verá jamás. No empezará a ver más que desde el momento en que se quite la
venda.
*Si el poder no tiene enemigo,
debe inventarse.
[J§l].
MMXIII
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